Viernes, 22 de Noviembre 2024

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“De aquel chorro de voz...”

Por: Jaime García Elías

“De aquel chorro de voz...”

“De aquel chorro de voz...”

Reza el adagio, a propósito de dos novelas de Alejandro Dumas, que “No es lo mismo ‘Los Tres Mosqueteros’ que ‘Veinte Años Después’”. Y cincuenta, menos aún...

Plácido Domingo acaba de vivirlo en carne propia. Volvió el pasado jueves 7 al Teatro Colón de Buenos Aires. Lo hizo a los 81 años de edad: medio siglo después de su debut en esa sala, y casi tres años después del escándalo mediático que lo llevó a aceptar “toda la responsabilidad” y pedir perdón a las cantantes que lo acusaron de acoso sexual.

Como sucedió en varias salas europeas, el público bonaerense lo recibió con calidez. Fue indulgente con el hombre y generoso con el artista.

Aunque él, al final de la velada, se dijo feliz de “venir a Buenos Aires y poder cantar”, esto último (poder cantar) se quedó en el terreno de las buenas intenciones. Sería injusto, empero, decir que haya decepcionado. Lo dijo un usuario de YouTube : “No se le puede pedir lo que ya no puede dar...”. Otro condensó su comentario en cinco palabras: “Apenas tiene aliento; ¡pobre Plácido!”.

Reconvertido en barítono, Domingo acusa notoriamente el paso de los años: la voz cansada, el vibrato forzado, la potencia ausente... Más allá del tono, la tesitura de barítono demanda una robustez que Plácido nunca tuvo: en sus inicios en la compañía de opereta y zarzuela de su madre, Pepita Embil, cantaba como barítono porque los roles principales en la zarzuela corresponden a barítonos; no porque en realidad lo fuera.

Acompañado por la soprano María José Siri (elogiada por la crítica: “No es fácil acompañar a un octogenario: medirse, respetarlo, acompañar los tonos...”), Domingo, más patético que heroico, invirtió el chisguete de voz que le queda en “Nemico della patria”, de Andrea Chenier; el dueto de Violeta y Giorgio en “La Traviata”; el célebre Confronto de “El Trovatore”, y el dueto de la zarzuela “El Gato Montés”... y demostrar que ya no está para convencer -ni mucho menos entusiasmar, como otrora- a nadie, ni en lo vocal ni en lo dramático.

Domingo correspondió a la indulgencia del público con dos encores: la romanza “Amor, vida de mi vida”, de “Maravilla”, y el tango “Volver” -a media voz... o menos-, del que olvidó algunas líneas: “Guardo escondida una esperanza humilde / que es toda la fortuna de mi corazón”.

Colofón: de pena ajena.

jagelias@gmail.com

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