El suicidio de Raúl Padilla ha cimbrado a la sociedad de Guadalajara y a los que lo saludábamos ocasionalmente en cada una de las ferias del libro (FIL) desde que presenté La Villa de Chapala en 1994. Se ha escrito todo al respecto y no creo que haya más que decir, excepto, esto que escribió Jorge Luis Borges a propósito del libro de John Donne (1572-1631), el mismo que escribió “Elegía antes de acostarse”, ese poema ciertamente erótico que tradujo Paz y que contrasta brutalmente con su ensayo en prosa Biothanatos (Bio, relacionado a los seres vivos y Thanatos, muerte) escrito a principio del siglo XVII para que su amigo lo “diera a la prensa o al fuego”.Tiene como subtítulo The Self-homicide is not so naturally Sin that it may never be otherwise, El auto-homicidio no es un pecado natural que nunca pueda ser de otra manera. Por todo esto, recordé a varios amigos y amigas cercanos que solicitaron la muerte asistida, es decir, decidieron voluntariamente quitarse la vida, tal como lo explicó Néstor Braunstein (1941-2022) en una carta con todas sus letras, antes de aplicar la asistencia, evitando el sufrimiento de una enfermedad incurable. Raúl Padilla también escribió una carta antes de quitarse la vida y, por todo esto, vale la pena preguntarse si un día nos quedamos como maceta, “sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada” -como dice Jacques en Como les guste de Shakespeare-, si eso se puede considerar vida, o cuando se tiene una enfermedad incurable y se sufre terriblemente.Borges escribió El Biothanatos, publicado en el II Tomo de sus Obras Completas, (Emecé, 1996, p. 78-80), resumiendo esa obra de Donne que define el suicidio como una forma de homicidio justificable, pues, no todo homicida es un asesino, ni todo suicida es culpable de pecado mortal, tal como lo propone Donne quien, en esa obra hizo un catálogo de los que se han suicidado, desde Homero, “que había escrito mil cosas que no pudo entender otro alguno y de quien dicen que se ahorcó por no haber entendido la adivinanza de los pescadores”, hasta el pelícano, símbolo del amor paternal ese que planea de regreso a casa sobre la creta de las olas del mar o las abejas que “se dan muerte si contravienen las leyes de su reina”, o esos hombres insignes como Séneca, Temístocles y Catón. Lo que no sabemos es si Donne redactó su Biothanatos para elaborar y darle de vueltas a ese tema o si fue una especie de previsión, una vez que había considerado suicidarse o si sólo quiso decir A, diciendo B o si lo escribió en clave o lo hizo impulsado por el dolor como el que sufrió en 1617 cuando murió su querida esposa, Anne More al dar a luz a su duodécimo hijo, cuando escribió este poema: “Ha muerto ella, y todos cuantos mueren vuelven a su elemento primigenio; los dos éramos mutuos elementos y estábamos el uno hecho del otro… Y así mi alma, más ardientemente liberada dejará atrás a la de ella, como bala antes disparada, para que otra bala la adelante con más pólvora.” Cinco años después, en 1622, lo nombraron deán de la Catedral de San Pablo donde logró muy buena fama por los espléndidos discursos que ofrecía. De todos los suicidas que menciona, a ninguno le dedicó tantas páginas como a Sansón, de quien enfatiza su suicidio citando sus últimas palabras: “Muera yo con los filisteos”.Todo parece que en estos tiempos podemos considerar la muerte asistida y/o el suicido desde una nueva perspectiva moral y ética, juzgada desde el punto de vista del derecho que tenemos a ejercerlo en ciertos casos, como lo aplicaron una muy querida amiga o cuando fui testigo presencial cuando lo aplicaron a un querido amigo jesuita. Los dos sufrían mucho, sin remedio alguno, hasta que, por fin, ambos descansaron en paz. Así es como vivimos, despidiéndonos siempre, tal como decía el poeta.malba99@yahoo.com