Martes, 26 de Noviembre 2024

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De las buenas prácticas urbanas

Por: Juan Palomar

De las buenas prácticas urbanas

De las buenas prácticas urbanas

Una ciudad se construye siempre desde sus células básicas: cada habitación que la conforma. Desde allí se establecen hábitos y prácticas que dan sentido y pertenencia a los moradores, que ligan cada vida particular con la vida de toda la urbe.

La ciudad, como el organismo complejo que es, requiere de instrucciones esenciales para su funcionamiento. Y éstas emanan de algo tan claro como el bien común: las condiciones necesarias para el satisfactorio desenvolvimiento cotidiano de la ciudad.

Para este fin la ciudadanía delega en las autoridades la marcha de los diversos servicios indispensables: seguridad, educación, transporte, recolección de basura, alumbrado y energía eléctrica, redes de agua potable y drenaje, pavimentos, parques y jardines, etcétera. En suma, todos los elementos necesarios para la buena marcha de la ciudad y el bienestar de sus habitantes.

Lo anterior, obviamente, sucede con toda eficacia en los términos más optimistas. En una ciudad cuya zona metropolitana alberga a más de cinco millones de habitantes, como Guadalajara, son todavía múltiples las carencias.

Quizá la primera práctica urbana que es necesario impulsar sea la de tomar conciencia del hecho de que vivimos en una gran comunidad interdependiente y de que para aspirar a una vida plena resulta indispensable buscar un desarrollo con justicia para toda la ciudadanía. Partiendo de esta certeza instalada plenamente en la mentalidad colectiva, el cuidado por los ámbitos comunes tiene un sólido cimiento.

Casas, vecindarios, barrios o fraccionamientos, demarcaciones, o todo el conjunto urbano: todos dependen de una solidaridad que permita tejer lazos de pertenencia e identificación entre los habitantes y entre estos y la ciudad. Todas estas escalas permiten impulsar otra buena práctica general que ha venido designándose con el nombre de sustentabilidad. Actos tan puntuales como tener en buen estado y limpias las banquetas, disponer correctamente los residuos sólidos, usar racionalmente el agua y la energía eléctrica, plantar árboles y procurar la vegetación. O establecer adecuados transportes que hagan plenamente accesible todo el tejido urbano, sistemas alternativos de movilidad que alivien la rebasada carga del transporte automotor…

Una buena práctica, en fin, es aquella que permite, precisamente, hacer practicable, útil, sustentable el medio urbano. Pero nunca será demasiado el insistir en la indispensable toma de conciencia individual sobre el pleno significado de formar parte integrante de una ciudadanía que siempre aspira a una vida mejor.

EL INFORMADOR / A. Camacho

jpalomar@informador.com.mx

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