Atmosféricas. Un silencio esperanzado invade a ratos a la ciudad en pausa. Bandadas de loros inusitados llegan a lugares que nunca antes habían recibido tal visita. La marcha por las calles familiares toma otro ritmo, otras precauciones mientras el que pasa discurre con cautela a lo largo de las cuadras asoleadas. Pero a principios de la semana cayeron las aguas de mayo, proverbiales y benéficas. Pero los calores no cejan, y vuelven a imponer su dominio apenas se secan los muros. El jardín resiente la temporada y va pidiendo su ración de agua con los días que declinan. Habrá que tomar medidas extraordinarias, habrá que hacer llegar el riego bienhechor a todos los rincones.Se extrañan las campanadas citadinas y solamente un inmutable carillón mide las horas. Es la estación precisa de guardar todas las distancias, de cuidar al otro con la misma aplicación que se hace por sí mismo. Por mientras, el guayabo hace crecer nuevos brotes y recuerda que, muy a pesar de todo, los retoños han de seguir su marcha milenaria. El jazmín, fatigado por estos calores, manda cesar la savia de ramajes cuidadosamente dispuestos. Es el largo instinto con el que las plantas aseguran la supervivencia. Todo hace reparar en el jazmín, en guardar la persistente voluntad de durar que acompaña su transcurso.**Leonard Cohen en Londres, en un memorable concierto que hace extrañar al poeta y cantor en esta temporada aciaga, de entreluces y premuras. Pero en medio de las amarguras, queda su Himno, que llama a la serenidad y la terca esperanza.Cantan los pájaros/ al romper el alba/ comienza de nuevo/ los oigo cantar/ no te demores en eso/ que ya se ha ido/ o en lo que aún ha de venir/ sí, batallas vendrán/ y habrán de pelearse/ la paloma sagrada/ habrá de ser cautivada/ vendida y comprada, y otra vez vendida/ nunca la paloma es libre// Tañe las campanas que todavía pueden tañer/ olvida tu ofrenda inigualada/ hay una grieta en todas las cosas/ así es como entra la luz…jpalomar@informador.com.mx
