Las benditas redes sociales, esas que tanto alabó López Obrador cuando ganó la elección de 2018, hoy son su coco. Más de 170 millones de veces ha aparecido en las redes sociales la frase #NarcoPresidente en sus diferentes versiones, y el tema lleva semanas siendo tendencia nacional. Todas las mañanas el Presidente se queja, patalea, discute, se victimiza, se azota, acusa. No sirve de mucho; el bombardeo no para.¿Tiene algún efecto este bombardeo en la imagen de Presidente? En lo que respecta a su popularidad no parece haberle hecho mella, al menos no aún. El tracking poll que publica Roy Campos (Consulta Mitosky) todos los días en El Economista muestra las fluctuaciones al alza y a la baja normales en el último mes. En los últimos 30 días, periodo en que ha estado activa la tendencia #NarcoPresidente en las redes, López Obrador perdió una décima de punto. Nada. ¿Si la tendencia continua puede golpear su popularidad? Nadie puede saberlo con exactitud, es probable que sí. Eso, sin embargo, no es lo que le preocupa, al menos por ahora.El efecto negativo para el Presidente no es en su popularidad, sino en el control de la conversación. Por primera vez en el sexenio el López Obrador no escribe la partitura ni se toca al ritmo de su batuta. Lleva semanas reaccionando y tratando de pinchar los globos que le afectan a él y a la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum. Adelantarse y dar a conocer las acusaciones que se publicarían horas más tarde en el New York Times que señalan algunos de sus cercanos colaboradores y a sus hijos de haber recibido dinero del crimen organizado, fue un intento de control de daños, un movimiento defensivo, en el que terminó hablando de lo que otros querían que hablara.Morena dice detrás de la tendencia #NarcoPresidente están robots, bots en el argot de las redes; la oposición dice que es algo orgánico. Si es orgánico o una campaña pagada es importante para una necesaria y urgente discusión ética sobre las redes sociales, y, por supuesto, para la enorme autoestima del Presidente. Para efectos políticos, y particularmente para la oposición, lo que importa es la narrativa. Ante la incapacidad que ha mostrado la campaña de Xóchitl Gálvez para generar una idea alternativa de país y de futuro, que en el arranque de las campañas no se hable de las reformas que impulsa el Presidente, ni de los logros -reales o inventados- de la autodenominada cuarta transformación, sino de estos supuestos vínculos entre el Gobierno de Morena y el crimen organizado les sabe triunfo.Las malditas redes se han vuelto en contra del Presidente como el Gólem contra su rabino en Praga. López Obrador es hoy víctima de su propia estrategia. Evidentemente esto no basta para cambiar el rumbo de una elección. En política, como en el futbol, tener el balón no basta para ganar el partido, hay que meter goles, pero por ahí se empieza. Lo que han logrado los promotores de esta estrategia en las malditas redes es quitarle el balón al Presidente. diego.petersen@informador.com.mx