Hace poco más de 12 meses, cuando comenzaba el año 2024, los análisis y los pronósticos eran fatalistas. Todos los días parecía que nos jugábamos el país, y la polarización se instaló no solo en los medios, también en las mesas y sobremesas de amigos y familias. Con nosotros o con los otros, los buenos y los malos. El mundo, y particularmente el país, se volvió dicotómico.¿Qué aprendimos de este 2024? Enlisto lo que para mí fueron las principales lecciones de este año.Primera lección: Las encuestas son confiables. La campaña de la oposición se basó en decir que las encuestas que daban veinte puntos de ventaja a Claudia Sheinbaum sobre la candidata opositora, Xóchitl Gálvez, estaban manipuladas y que los estudios demoscópicos se habían equivocado en muchas elecciones recientes. Algunos llegaron a creer que Gálvez podría ganar. Otros, yo entre ellos, pensamos que el resultado sería más cerrado. Nos equivocamos por negar la evidencia. Cuando la mayoría de las encuestas apuntan en una misma dirección construyen un escenario probable.Segunda lección: Las conquistas no son para siempre. Lo que habíamos pensado que eran las grandes conquistas democráticas de una generación fueron borradas de un plumazo en menos de 90 días. Las instituciones fundamentales del equilibrio del poder en México fueron aniquiladas con el voto, en algunos casos, de los mismos que las habían creado. La democracia estorba a quien detenta el poder y los ciudadanos tenemos que mantener una lucha permanente por limitar a los poderosos. La batalla por equilibrar al poder nunca se acaba.Tercera lección: Las democracias no producen demócratas. Durante mucho tiempo se pensó que las democracias generaban mejores ciudadanos, pero, sobre todo, que la mejor manera de educar a los ciudadanos en la democracia era viviendo en democracia. Nada más falso. Hoy las democracias mueren en las urnas y los ciudadanos son capaces de votar por la destrucción de las instituciones democráticas si éstas no resuelven sus problemas cotidianos.Cuarta lección: Los partidos son el cáncer de la democracia, y sin embargo... nada le ha hecho tanto mal a la democracia como los partidos políticos. Los partidos crean castas que se retroalimentan entre sí mismas y terminan imponiendo los intereses de las cúpulas por sobre los de los ciudadanos. El voto contra el establishment de los partidos ha sido la constante en los últimos años; el Donald Trump de 2024 es quizá el ejemplo más claro de ello. Sí, los partidos son una bazofia, son todo lo que imaginamos y más. Sin embargo, no hay mejor forma de competir por el poder y de equilibrarlo que a través de partidos políticos. Toda forma alternativa tiende a la autocracia y a la pérdida de libertades. Necesitamos más y mejores partidos políticos, aunque sean detestables.Quinta lección: Escuchar es democratizar. La mejor práctica contra el mundo dicotómico es la escucha. Escuchar es el mejor remedio, y quizá el único, contra los radicalismos y la polarización. Es la escucha lo que construye políticamente al otro. No hay, pues, democracia posible sin escucha.Felices fiestas. Nos vemos en 2025, En Tres Patadas.
