Miércoles, 11 de Diciembre 2024

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Violencia y periodismo de fronteras

Por: Diego Petersen

Violencia y periodismo de fronteras

Violencia y periodismo de fronteras

En México y en toda América Latina hay zonas silenciadas. Territorios dentro del país donde la existencia de estructuras criminales, la colusión de las autoridades locales, la falta de presencia de las instituciones de los gobiernos estatales y el federal que garanticen la libertad de expresión y la falta de capacitación -no hablemos de profesionalización- para el ejercicio del periodismo bajo sus normas más elementales, hace que reine el silencio. No hay garantía alguna para ejercer eso que llamamos periodismo, aunque en muchos casos haya quienes valiente y precariamente intenten hacerlo.

En el libro Periodismo de Frontera en América Latina (Calas, 2023), Celia del Palacio hace una radiografía y un interesante acercamiento a la violencia contra los periodistas en América Latina y particularmente en México para explicarse y explicarnos esta terrible amenaza a la libertad de expresión que es el asesinato de periodistas, algo que el Gobierno y la sociedad urbana parecen haber normalizado, entre otras cosas porque no sucede en las ciudades y por lo mismo no tiene costo político.

A partir del concepto de zonas silenciadas que define la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (esa que tanto odia López Obrador) y la concepción de la existencia de “periferias” en el ejercicio periodístico, Del Palacio nos propone pensar estos asesinatos como un periodismo de fronteras que es necesariamente local, o incluso hiperlocal, es periférico, pero sobre todo existe en los márgenes, en la frontera invisible entre el Estado y las zonas silenciadas, en los límites entre grupos criminales que ejercen el control territorial.

El asesinato de estos periodistas, que se han convertido en una nota más de los medios que podríamos llamar formales o profesionalizados, tiene un enorme efecto silenciador en las zonas en que ocurre, pues destruye la base sobre la cual se sostiene el derecho a la información y la libertad de expresión.

Entre 1970 y el año 2000, año de la transición democrática, se registraron 78 asesinatos de periodistas, pero sólo recordamos el de Manuel Buendía; 46 de ellos fueron en el periodo de Carlos Salinas de Gortari, cuando en teoría el país se modernizó. En los primeros quince años del siglo XXI, en los gobiernos panistas y la mitad del sexenio de Peña, se registraron 74, es decir 4.9 en promedio por año. En los cinco años de Gobierno de López Obrador Del Palacio contabiliza 55, 11 en promedio cada año.

Los gobiernos tienden a minimizar, prácticamente ningunear, este fenómeno porque no tiene costo político, porque la mayoría de los asesinatos sucede en los márgenes, allá donde la opinión pública a lo mucho los registra, pero no los procesa ni los los tematiza. ¿Por qué 11 periodistas asesinados al año no son un escándalo? Por la misma razón que no lo son los miles de desaparecidos y asesinados en este país: porque suceden en las fronteras, allá donde no llegan las instituciones de justicia, no llega la agenda de los medios de comunicación llamados formales, donde no llega la memoria.

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