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Narco-cultura

Narco-cultura
El homenaje al “Mencho”, el criminal mexicano más buscado en Estados Unidos y nunca capturado en México, durante un concierto en el Auditorio Telmex, prendió las alarmas de funcionarios universitarios, autoridades municipales, estatales y federales. Qué bueno que haya un rechazo unánime a estas manifestaciones, pero la pregunta para las autoridades y para la sociedad es: ¿Qué es lo que realmente nos preocupa: que se renten espacios públicos para este tipo de manifestaciones; que la gente aplauda cuando aparece un narcotraficante en pantalla; que haya grupos que canten loas a los narcos y hagan apología del delito; que los jóvenes prefieran esa música o que vean a los criminales como modelos a imitar?
Si solo es lo primero, evitar que se renten espacios públicos para este tipo de manifestaciones está muy sencillo. Eso les quita de encima el problema a los funcionarios universitarios y gubernamentales, pero no soluciona nada. El problema de fondo: la narco-cultura, seguirá ahí y se presentará y aplaudirá en otros recintos privados.
Si consideramos a la rola de los Tigres del Norte “Contrabando y traición”, de 1974, mejor conocida como “Camelia la texana”, como la rola fundadora del género narcocorrido, hace 50 años que existen este tipo de manifestaciones contraculturales festejadas por unos como la verdadera épica popular y combatidas por otros por considerarla apología del delito. Los intentos gubernamentales por prohibir el género han sido un fracaso monumental; cada año se escriben más narcocorridos y, lo peor, cada día se escuchan más.
Los narcocorridos no salieron por generación espontánea. Son la manifestación de algo más profundo que es la narco-cultura, una forma de ser y estar en el mundo que los jóvenes han aprendido de su entorno familiar y social. Si en el pueblo o en el barrio quien decide qué se puede hacer y qué no, el que paga las fiestas patronales, el que regala los juguetes en Navidad, el que da trabajo, el que define la movilidad social y el que genera la posibilidad de futuro es el crimen organizado representado por el jefe de plaza o el líder, por qué nos extraña que el cártel o la pandilla también defina qué es lo que se escucha y lo que se admira.
En el último medio siglo, la narco-cultura ganó la batalla a las manifestaciones culturales promovidas por el Estado e incluso a las promovidas por las industrias culturales. Lo que pasó en el Auditorio Telmex el fin de semana es una aberración, pero también una clara manifestación de que eso que llamamos “el narco” es mucho más que una banda de criminales que trafican droga.
diego.petersen@informador.com.mx
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