Lunes, 25 de Noviembre 2024

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Portazo y albazo en Palacio

Por: Diego Petersen

Portazo y albazo en Palacio

Portazo y albazo en Palacio

Portazo en Palacio. Las imágenes de los padres de los estudiantes desaparecidos y otros jóvenes de Ayotzinapa tumbando una de las puertas laterales de Palacio Nacional con una camioneta de la Comisión Federal de Electricidad convertida en ariete, le dieron la vuelta al mundo. Fue un acto simbólico, una forma de pedir que les abrieran las puertas y dejaron un mensaje escrito con aerosol en las piedras del edificio: “Sólo queremos diálogo”. 

Albazo en Palacio. Dentro de los mismos muros, en la Mañanera, el Presidente confesaba el albazo. Dijo que había mandado llamar al entonces presidente de la Corte, Arturo Zaldívar, y al fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, para enseñarles las pruebas que habían llegado a sus manos (no dijo de dónde) y solicitar (léase acordar) la detención del fiscal Murillo Karam.

Si atendemos a la resolución que el propio ministro Zaldívar hizo en el caso Florence Cassez y a lo que él mismo llamó “el efecto corruptor” por la intervención del entonces Presidente Felipe Calderón, Murillo debería de ser liberado. Pero no, no nos vamos a poner exquisitos, basta decir que las palabras del Presidente confirman lo que ya se había dicho: a Murillo lo involucraron en la carpeta de investigación un día antes de su aprehensión y ésta se realizó sin tener las pruebas suficientes. Fue una decisión política y, hoy lo sabemos en voz de López Obrador, dictada por él mismo. Eso no quiere decir que Murillo Karam haya hecho un buen trabajo, ni siquiera que sea inocente, sino simple y llanamente que su encarcelamiento no es producto de una investigación judicial sino de un acuerdo cupular con base en un reporte que le pasaron al señor de Palacio.

El Presidente volvió a cargar contra el ex fiscal especial, Omar Gómez Trejo, contra el Centro Pro de Derechos Humanos, contra la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, contra los abogados y contra el senador Álvarez Icaza que, en su narrativa, han creado un complot y manipulado a los padres de los 43 estudiantes desaparecidos. En realidad, lo que está de fondo es eso que el ex subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, calificó como “un exceso” del fiscal especial Gómez Trejo y que no es otra cosa que la investigación, con base en documentos de un juicio en la ciudad de Chicago, de que militares y marinos de alto rango estaban metidos hasta las manitas en el tráfico de drogas a Estados Unidos. 

El Presidente quedó atrapado en su propia maraña en el caso de los 43 y se ha dedicado a darle largas al asunto. Hoy Ayotzinapa está más lejos que Dinamarca. O, dicho de otra manera, es más factible que tengamos un sistema de salud de calidad mundial a que lleguemos a la verdad en el caso de la desaparición de los 43 jóvenes en la noche de Iguala.

diego.petersen@informador.com.mx

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