Jueves, 22 de Agosto 2024

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Zapotillo: el triunfo de los pueblos, el fracaso de los gobiernos

Por: Diego Petersen

Zapotillo: el triunfo de los pueblos, el fracaso de los gobiernos

Zapotillo: el triunfo de los pueblos, el fracaso de los gobiernos

La puesta en marcha de la presa de Zapotillo operando a 42 metros de altura es un triunfo para los pueblos en resistencia, Temacapulín, Acasico y Palmarejo, y un gran fracaso para la política del estado. Ahí estaba, en medio de abucheos, el gobernador Alfaro en representación de cuatro administraciones estatales que no hicieron sino equivocarse una y otra vez para construir este gran monumento al fracaso colectivo. Felicitémonos:  no hay en la historia del país un proyecto de dotación de agua para una zona urbana tan caro y mal hecho como este. 

La historia comienza en el sexenio de Ramírez Acuña. En el afán por construir una enorme presa en Arcediano sobre el río Santiago, se autorizó hacer una presa sobre el río Verde que dotara de agua a León y que inundaba dos pequeñas comunidades: Acasico y Palmarejo. El énfasis del gobierno siempre estuvo en negociar recursos para la presa, no en cuidar a los afectados. Cuando, muchos millones de pesos después, por razones técnicas y políticas, fracasa el proyecto de Arcediano, Jalisco se queda sin nada.

Ante esta realidad, el gobierno de González Márquez propuso elevar la cortina de Zapotillo a 105 metros, lo que implicaba también inundar Temacapulín, y compartir el agua con Guanajuato. Trataron fatal al pueblo, con ese desprecio de que son capaces las autoridades federales y estatales cuando se trata de hacer saber quién manda y están más preocupados por la obra y el negocio que por las personas. El proyecto se licitó, se asignó, y arrancó sin haber resuelto lo básico: que los ciudadanos afectados por la obra fueran tratados con dignidad. 

Años después, en un arranque tuitero, el entonces gobernador electo, Aristóteles Sandoval, aventó la presa por la ventana. “Temaca no se inunda” dijo, y luego se pasó ese sexenio tratando de recomponer y gastando a lo loco dinero del erario, primero con la construcción de la presa El Purgatorio, donde estaría el sistema de bombeo, y luego en una asesoría de la UNOPS que no sirvió para nada.

Llegó al gobierno Enrique Alfaro. Ladró mucho y cedió en todo. Comenzó el sexenio prometiendo una presa a 80, luego la bajó a 60 y terminó inaugurando feliz una presa agujerada que opera a 42 metros de altura. Eso sí, fiel a su grandilocuente autoestima, dice que gracias a él tenemos agua asegurada para los próximos 50 años. 

En síntesis: en 24 años hicimos cimientos para una presa de 105 metros de altura, la paramos en 80, y la agujeramos para operarla en 42. Luego hicimos un acueducto con capacidad para sacar 3.5 metros por segundo para un embalse que, con suerte surtirá, 1.5 metros cúbicos por segundo en promedio. La historia de Zapotillo hay que contarla porque es la historia de la infamia y la desgracia política de Jalisco en el siglo XXI. (Y, como diría el subcomandante Marcos, el que esté libre de culpa, que aviente el primer Gansito Marinela). 

diego.petersen@informador.com.mx

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