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¿Está listo el mundo para la desaceleración de China?

Por: Luis Miguel González

¿Está listo el mundo para la desaceleración de China?

¿Está listo el mundo para la desaceleración de China?

Vivimos tiempos raros que producen preguntas extrañas: ¿Por qué un país que crece más de 4% y tiene una inflación de 2.7% anual se ha convertido en uno de los grandes focos de preocupación de la economía mundial?

No hay una respuesta fácil. Son muchos focos rojos y muchas preocupaciones. Empecemos por decir que China nos había malacostumbrado por sus resultados extraordinariamente buenos. La segunda mayor economía del mundo ha tenido tasas de crecimiento anual promedio superiores a 8% durante más de tres décadas. Es el mayor consumidor mundial de materias primas, una locomotora que genera mucho más de un punto del Producto Interno Bruto para países como Chile, Brasil y Australia; además compite con Estados Unidos como principal mercado para bienes manufacturados y productos intermedios para procesos industriales.

China crecerá 3.9% en 2022, quizá menos. A principios del año se proyectaba un crecimiento de 5 a 6 por ciento. La expectativa de bajo crecimiento del Dragón provocó una baja de tasas de interés por parte del Banco Central de China. Esto fue suficiente para tumbar 4.6% el precio mundial del petróleo la jornada del lunes 15 de agosto. Esto es una muestra de su importancia en los mercados globales: importa 11.8 millones de barriles de petróleo diarios. Es el importador número uno mundial de oro negro, también lo es de mineral de hierro, soya, cobre, automóviles, maquinaria eléctrica, productos ópticos, químicos orgánicos, plásticos, gemas y metales preciosos.

El malestar económico de China es mala noticia para todos los países que le venden materias primas y para aquellos que lo proveen de insumos industriales y productos terminados, entre ellos Corea del Sur, Alemania, Japón y Estados Unidos.

¿En qué consiste el malestar chino? Dos temas han dominado la cobertura de los medios: los encierros draconianos en grandes ciudades para controlar el COVID-19 y los problemas del sector inmobiliario. El primero nos remite a una película que ya vivimos en el 2020. Es una versión corregida y aumentada de medidas que se tomaron en algunos países, antes de que se contara con una vacuna. El gobierno ha dado muestras de firmeza y/o rigidez. La mayor ciudad, Shanghái estuvo en cuarentena durante abril y mayo. La capital, Pekín también tuvo su cuota de encierros. La estrategia ha sido incapaz de erradicar la amenaza del virus, pero ha generado disrupciones en la producción de la fábrica del mundo y frenos al consumo. Trajo una caída de 2.6% del PIB en el segundo trimestre del año, comparado con los primeros tres meses del 2022. Si la referencia es el segundo trimestre del 2021, la tasa de crecimiento es de 4.8 por ciento.

El COVID-19 preocupa y afecta la economía, pero el mayor nerviosismo entre los especialistas parece venir del sector inmobiliario. El primer aviso vino del gigante Evergrande, que en 2021 confesó a los mercados su imposibilidad de pagar sus pasivos que ascienden a 300 mil millones de dólares. Fue noticia mundial, entre otras cosas porque estamos ante la empresa de bienes raíces más endeudada del planeta. Un año después no ha terminado la crisis de Evergrande, más bien tenemos nuevas grietas en el colosal edificio inmobiliario-hipotecario chino. Alrededor de 30 empresas del sector han incumplido con el vencimiento de sus pagos de deuda externa.

En estos días llama la atención el boicot de los compradores de casas a algunas empresas de vivienda malquedadas. Es notable porque se trata de un movimiento de protesta relativamente grande en un país donde la desobediencia no es tolerada. Las protestas agudizan los problemas financieros de alrededor de 100 proyectos y tienen algunos slogans: “Si la construcción se detiene, los pagos también” “Entreguen las casas y tendrán sus pagos”.

El boicot afecta los proyectos y siembra dudas. Hay alrededor de 220 mil millones de dólares de créditos relacionados con proyectos no concluidos. El mayor riesgo es que se contagie la falta de confianza en la viabilidad de muchos desarrollos y agudice la crisis de un sector que es clave en la economía china: 70% del patrimonio de las familias está en sus casas, alrededor de 7% del Producto Interno Bruto chino está directamente vinculado al sector inmobiliario.

¿Está listo el mundo para una crisis en China? No lo sabemos, entre otras cosas porque esto no ha ocurrido en los últimos 40 años. La buena noticia es que, por lo pronto, la desaceleración china ayuda a frenar la inflación en otros lados del mundo, incluyendo Estados Unidos y México.

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

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