Martes, 03 de Septiembre 2024

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Falacias de la Cuarta Transformación

Por: Jorge O. Navarro

Falacias de la Cuarta Transformación

Falacias de la Cuarta Transformación

El controversial discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador en su último informe de gobierno, el 1 de septiembre en el Zócalo de la Ciudad de México, es el colofón de un sexenio al que conviene empezar a analizar desde el nombre mismo (Cuarta Transformación) que, contrario lo que dijo el presidente, no fue bautizado espontáneamente por la ciudadanía, sino que fue impuesto por el aparato de comunicación que lo acompañó antes de que rindiera protesta como presidente en el año 2018.

¿Hubo una transformación? ¿Está habiendo una transformación que se dirige a un “segundo piso” como han ofertado en el discurso político electoral de la campaña que llevó a Claudia Sheinbaum a ganar las elecciones?

La administración de López Obrador ha insistido en que la Cuarta Transformación (4T) ocupa un orden cronológico posterior a la guerra de Independencia; la etapa de la Reforma juarista (ambas en el Siglo XIX) y la Revolución Mexicana del Siglo XX.

Con una pizca de rigor histórico y algunas lecturas ni siquiera muy abundantes, es posible revalorar esos episodios históricos y darse cuenta, en primerísima instancia, que no fueron producto de ningún decreto oficial, una reforma legal o el programa de gobierno de algún grupo o personaje en el poder. No.

Las pretendidas tres transformaciones previas a la pretendida cuarta, fueron episodios históricos muy complejos, dispersos en el tiempo, encabezados accidentalmente por numerosos personajes y que resultaron, al final en un nuevo orden que más o menos, abarcó la realidad nacional.

La Independencia, comenzada por Miguel Hidalgo y Costilla y concluida por Agustín de Iturbide, con una guerra de guerrillas y levantamientos dispersos en partes diferentes del territorio que había sido la Nueva España, ni siquiera se organizó con el propósito de crear una nación independiente.

La Reforma, que no consiste ni remotamente en el accionar único de un personaje como Benito Juárez, es un complejo período de la historia de un país que era más un laboratorio de experimentación y que terminó, después de episodios bélicos y la instalación de un pretendido emperador europeo, con el triunfo de un sector social, militar, político e intelectual conocido genéricamente como “los liberales” y que dio a luz a la República.

La tercera transformación, más conocida que las anteriores por décadas de enseñanza en educación básica, la Revolución Mexicana, resultó de un proceso armado que se detonó tras el fracaso de un gobierno democrático derribado por golpe de Estado, que después derivó en levantamientos armados de orígenes diferentes y con liderazgos fuertes que chocaron entre sí constantemente hasta que, al imponerse un grupo de poder, generó un lento proceso de pacificación que dio como resultado el México que conocimos en la segunda mitad del Siglo XX y que lamentablemente, no acabó con uno de los males más arraigados en la sociedad mexicana: la injusta distribución de la riqueza, junto con la debilidad institucional y una pobre aplicación de la legalidad.

El gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador y aún el que dirija Claudia Sheinbaum Pardo, presumen una serie de cambios estructurales y de uso del presupuesto que, quizá, suavicen la situación para el sector más vulnerable de la población, especialmente los adultos mayores, pero que no ha resuelto ni siquiera en principio, la problemática fundamental.

El presidente, que ha gobernado desde “la mañanera”, estableció una clara polarización social y a pesar de sus “otros datos” no mejoró la salud pública, no pacificó al país, no impulsó la educación básica (en el sector educativo la reducción presupuestal fue permanente) y pese a la gran aceptación de los programas sociales, deja en entredicho la economía nacional y las finanzas públicas que recibirá su sucesora.

La “Cuarta Transformación” hasta el término del sexenio lopezobradorista no ha generado los cambios sociales y de fondo, que sí se registraron en las tres etapas históricas anteriores.

Sí ha evidenciado, por otra parte, la crisis del sistema de partidos, pero se ha creado uno nuevo y dominante (Morena) que es el receptor de todos los políticos profesionales que pretenden mantener sus espacios de poder e influencia.

La herencia que deja el presidente López Obrador es el desmantelamiento de las instituciones que se crearon en los últimos 30 años.

Adicionalmente, siguió la tendencia iniciada en el sexenio de Enrique Peña Nieto para concentrar el poder y el control del presupuesto en el gobierno central, debilitando el federalismo.

¿Y la transformación? Es parte de los “otros datos”.

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