Sábado, 19 de Abril 2025
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Las judeas

Por: Armando González Escoto

Las judeas

Las judeas

¿Por qué le pusieron el nombre de “judeas” a las representaciones de la Pasión de Cristo? Probablemente por el impacto histórico que causó en la gente la traición de Judas. Algo similar había sucedido con la traición sufrida por Julio César, causó tanta impresión, que el nombre de su asesino, Bruto, pasó a ser sinónimo de crueldad, torpeza, y barbarie, hoy se diría de “brutalidad”.

Y es que la traición suele ser una experiencia dolorosa que se agrava en la medida que el traidor gozaba de la amistad, confianza, apoyo y hasta sustento del traicionado, haberse beneficiado tan ampliamente de una persona para luego no sólo volverle la espalda sino acuchillarla, como hizo Brutus con su padre adoptivo, es algo que siempre ha escandalizado a la humanidad.

La Pasión de Cristo, que históricamente duró aproximadamente 20 horas, es como la síntesis dramática de su vida pública, tradicionalmente fijada en tres años. La temática de esa vida es un relato de aceptación y rechazo que se va extremando, y que puede resumirse en la condena injusta que sufrió un hombre justo, y que, sin ninguna necesidad, puesto que Jesús no se ocultaba, se desencadenó por la acción de un traidor llamado Judas, amigo y discípulo de Jesús, hombre de sus confianzas. A partir de ese hecho la Pasión acaba siendo símbolo de todo sufrimiento que se asume por una buena causa, o del dolor que sin culpa debe tantas veces experimentar el hombre y la sociedad con la inveterada contribución de los traidores.

En esa lógica se inscribe el sufrimiento histórico y constante del pueblo de Israel, cuyos miembros se vieron tantas veces traicionados por sus mismos congéneres, la persecución y muerte de todo disidente en cualquier sistema político. Delatado por sus compañeros, la suerte de los migrantes, expulsados de sus países por la incapacidad que estos tienen de ofrecerles una vida digna, el trayecto de las mujeres que por siglos han vivido sometidas a estructuras culturales que las denigran y explotan, el destino de los pueblos indígenas, expoliados y marginados en su propia tierra, el dolor actual del pueblo palestino masacrado impunemente por el Gobierno de Israel, la frustración de los pueblos africanos sometidos a guerras genocidas que no se detienen, el caso de los ucranianos, o la situación de la sociedad mexicana, víctima de la traición constante de sus propias autoridades, que lejos de velar por ella la entregan en manos de los delincuentes.

Por todo eso y por tanto más, las “judeas” siguen siendo participadas y atestiguadas por tantas gentes en tantas partes, cumpliendo así la pedagogía del teatro griego, llevar a la escena lo que la gente vive, para que, viéndolo fuera de sí, advierta que es eso mismo lo que le pasa.

En las judeas tradicionales, al final se desarrollaba un acto de justicia, eliminando en efigie, -la efigie de los “judas”-, a aquellos que más daño causaban a la comunidad, como un aviso y advertencia.
 

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