El primer viaje al exterior de la presidenta Claudia Sheinbaum puede considerarse un éxito, pero no debe ser complaciente. Sheinbaum, aunque tardíamente, decidió viajar a la cumbre del G20 en Río de Janeiro y permitió que los profesionales en la Secretaría de Relaciones Exteriores hicieran su trabajo y le armaran una agenda relevante, lucidora para la gradería doméstica y productiva para el mediano plazo. Lo que iba a ser un viaje para corresponder la asistencia a su toma de posesión del anfitrión, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, se materializó en una hoja de ruta que regresó a México a la arena mundial en este momento crítico que se vive, el de la reconfiguración política y económica de bloques y hegemonías.Seis años de aislamiento de su predecesor Andrés Manuel López Obrador -solo participó en el Foro para la Cooperación Económica Asia-Pacífico en noviembre del año pasado-, no ayudaron a México. Paradójicamente, López Obrador quería ser líder de América Latina tras culminar su Presidencia, pero sus sueños de grandeza estaban inflados con helio -la mañanera no daba para tanto-. Sheinbaum vive a nivel de tierra, y la cumbre del G20 tiene que ser un aprendizaje. A su favor, no arrastra los complejos de inferioridad que su mentor, incapaz de comunicarse con la mayoría de sus contrapartes, pero en contra tiene que la colonización que logró López Obrador en su mente debe erradicarla.Sheinbaum tuvo encuentros de enorme importancia, como la reunión bilateral con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, que apenas hace unos días fue presionado por el premier de Ontario -la provincia más rica de ese país-, y la de Alberta -la provincia petrolera canadiense-, para excluir a México del tratado comercial de América del Norte por su relación económica y financiera con China. Trudeau no se sumó al llamado, pero dijo el fin de semana que los países occidentales estaban preocupados por el rumbo que estaba siguiendo México.En Río pudieron tener su primera plática directa sobre el tema. Trudeau dijo que le expresó su preocupación por el nivel de inversiones chinas en México, sugiriendo que el objetivo de Canadá de tener un comercio fuerte que beneficie a todos los ciudadanos en Norteamérica, lo alteraba la creciente relación económica con los asiáticos. “Pero depende del gobierno mexicano considerar qué posición tomarán”, agregó. Sheinbaum no ha dado detalles de esa plática, que su oficina manejó como si hubiera sido inocua y meramente protocolar.La preocupación de Trudeau debe traducirse en que Sheinbaum instruya a sus expertos a buscar a sus contrapartes canadienses para conocer cuáles son las preocupaciones en específico -además de aquellas en la industria automotriz y las telecomunicaciones-, y tomar decisiones concretas para evitar una sorpresa el próximo año y que se pida su exclusión del acuerdo comercial. Esta reunión fue estratégica, y las banderas amarillas que le están levantando no deben ser ignoradas.El equipo de la cancillería logró con los contactos construidos en los últimos años que la Casa Blanca abriera un espacio para que Sheinbaum conversara con el presidente Joe Biden. La Casa Blanca informó del encuentro el lunes -gracias a lo cual nos enteramos en México de la reunión bilateral-, en términos ambiguos y reiterativos en los temas de la relación bilateral. Sheinbaum, sin embargo, reveló en una entrevista con N+, que le dijo que sería muy importante para México tener toda la información sobre la captura de Ismael “El Mayo” Zambada para poder hacer las evaluaciones sobre ese tema, que “ha sido muy difícil en la relación”.Sheinbaum tuvo los arrestos de los que careció López Obrador, que cobardemente acusó a Estados Unidos de intervencionismo en las mañaneras, sin atreverse a tomar el teléfono y pedirle a Biden explicaciones. La presidenta no tendrá respuestas satisfactorias, pero demostró carácter para hablar cosas difíciles con sus contrapartes estadounidenses, que tampoco tenía su predecesor.Hubo otros encuentros que fueron tiros de precisión, como la reunión del MITKA, el acrónimo de México, Indonesia, Turquía, Corea del Sur y Australia, que negoció en 2015 el entonces secretario de Relaciones Exteriores, José Antonio Meade, como un bloque de naciones emergentes que hiciera contrapeso a los BRICS. Su relevancia es que mandó una señal de definición geopolítica, porque mientras en los BRICS figuran China y Rusia -y recientemente utilizada por el presidente Vladimir Putin como una plataforma política frente al G7, las potencias económicas de occidente-, en el MITKA hay una inclinación estratégica hacia Estados Unidos.La forma como se trabajó la agenda, aprobada por ella y ejecutada eficazmente, marcó una gran diferencia con López Obrador, reduccionista en los temas, y unipersonal en su ejecución, pero en los discursos no pudo apartarse de su mentor. Dos de sus tres propuestas concretas fueron una copia de las ideas de López Obrador, universalizar el programa Sembrando Vida y ampliar la membresía permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que se ha discutido desde 1993.Como a López Obrador, tampoco a Sheinbaum le hicieron caso, pero reforzó la idea que no puede separarse de su mentor, ni en la práctica ni en su pensamiento. La colonización que parece haber logrado López Obrador sobre ella se ha ido corroborando en las poco más de seis semanas que lleva Sheinbaum en la Presidencia, lo que la hace ver mentalmente acotada por sus deseos y objetivos. Eliminar esa colonización no es ir a la ruptura con él ni deslindarse del proyecto que comparten, sino mostrar que sus ideas son propias, no clonadas, y que su gobierno es auténtico, no una línea continua de mantenimiento del obradorato, sin diseñar el crecimiento de un proyecto político-ideológico.Romper con ese atavismo tiene que ser un imperativo, particularmente en estos días en que el poder de López Obrador sobre ella se ha vuelto evidente. Es un desafío y requiere tiempo y estrategia, pero no puede demorarse la presidenta para dejar atrás los patrones de pensamiento de su predecesor porque son tóxicos para ella y para lo que pretende en su gobierno. Su participación en el G20 le mostró un camino en esa dirección que debe seguir.