A la presidenta le falta gracia y le sobra demagogia. No serían relevantes sus capacidades y deficiencias si estuviéramos hablando únicamente de su método para construir el consenso para gobernar, pero se vuelve preocupante cuando se trata de la respuesta de Claudia Sheinbaum a Donald Trump, que el martes se lanzó contra cuatro países y un territorio con una retórica incendiaria y amenazante. Los dichos de Trump fueron respondidos por las partes afectadas, aunque ninguna reacción al nivel de la mexicana, que aquí nos permitió otear las limitaciones de Palacio Nacional.El gobierno mexicano le dedicó un tiempo desmedido a lo que pareció una distracción de Trump, para contrarrestar mediáticamente su dicho de cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo de Estados Unidos. La forma como lo hizo, no obstante, mostró que hay más narrativa que sustancia en Palacio Nacional, y más verborrea que significado. La mañanera de ayer consumió cuatro minutos y medio con una explicación del asesor político de Comunicación Social, José Alfonso Suárez del Real, que utilizó un mapamundi de 1607 para ilustrar lo que hoy es México, en ese entonces una gran nación llamada América Mexicana -que incluye buena parte del territorio que le entregó Antonio López de Santa Anna a Estados Unidos-, y subrayar que el nombre del “Golfo Mexicano” es un referente náutico desde el Siglo XVI.Interesante históricamente, pero políticamente inútil y ocioso.Trump no se refirió en ningún momento a apoderarse del territorio mexicano -como amenazó a Panamá y Groenlandia, y amagó a Canadá-, sino meramente habló del cambio de nombre del Golfo de México. Este fue la primera ventana a la confusión que hay en el Zócalo y su anclaje en el pasado. El Golfo de México no le pertenece a México solamente, sino también a Estados Unidos y Cuba, mientras que la América Mexicana sí está en territorio estadounidense. El ejercicio comparativo fue entre peras y manzanas; o sea, equivocado. Si querían descalificar el dicho, ¿por qué no recurrieron a la información actual? La estandarización de los nombres de mares y océanos se institucionalizó en 1921, por el aumento de la navegación y el incremento del comercio, recayendo en la Organización Internacional Hidrográfica, hoy parte de las Naciones Unidas, la principal responsabilidad de la nomenclatura.Podía el gobierno, incluso, haber tenido un momento humorístico a costa de Trump, sin confrontarlo, como recordar que quien primero propuso el cambio de nombre fue el comediante Stephen Colbert -abierto adversario del presidente electo- en 2010, al crear el Fondo del Golfo de América de la Nación Colbert, tras un derrame en Cayo Hueso, Florida, que amenazó los arrecifes corales. No actuó kosher Palacio Nacional, sino todo lo contrario. Sheinbaum se burló de él, cuando tras refutar cada uno de sus dichos, remató con el “se ve bonito” que usó Trump cuando habló del Golfo.En esta falta de gracia y humor en donde no cabía, Palacio Nacional cayó en un ejercicio peligroso.Con un día de retraso, Sheinbaum recorrió el camino de la fina ironía que usó hace unos días Elizabeth May, la líder del Partido Verde canadiense, que ante la osadía de Trump de sugerir reiteradamente que Canadá se convirtiera en el estado 51 de la Unión Americana, dijo que sería mejor que invitara Canadá a California, Oregon y Washington -toda la costa oeste de Estados Unidos-, a ser sus nuevas provincias, y la del premier de Ontario, Doug Ford, que bromeó con anexar a Canadá los estados de Alaska y Minnesota.Sheinbaum entró en un terreno pantanoso al reiterar en la mañanera -que deja huella legal y política de lo que hace- lo que fue la América Mexicana. ¿Qué sucedería si Trump hablara de expandir Estados Unidos a México? No hay una medición que muestre qué cómo verían los mexicanos volverse estadounidenses, pero el Pew Research Center publicó una encuesta en septiembre de 2023 que arrojó que seis de cada 10 mexicanos, dijeron que quienes se van a Estados Unidos tienen una mejor vida, y solo el 5% respondió que es peor allá que acá. En Canadá, de acuerdo con un estudio demoscópico publicado en diciembre, solo al 13% le gustaría que su país fuera el estado 51.Pero el mayor error de la presidenta estuvo en otro lado. Si Trump dijo que México está “esencialmente” gobernado por los cárteles de la droga, una expansión mexicana en Estados Unidos, aunque haya sido únicamente en forma retórica como una bravuconada -como aquella de recordar el Himno Nacional para enfrentar las amenazas militares de Trump-, fue como echarle en cara lo que critica y repudia: que los narcotraficantes controlen Estados Unidos.Seguramente esta óptica no estuvo en sus consideraciones, repletas de demagogia y narrativa electoral, como al afirmar que “al presidente Trump… creo que le malinformaron que en México todavía gobernaba Felipe Calderón y García Luna”. Le dijo ignorante al bully, sabiendo perfectamente que Trump está claro quién gobierna, y que el país al que señala de estar manejado por los capos de la droga no es el de hace más de 12 años, sino el que heredó de Andrés Manuel López Obrador, al que desde 2023 están señalando de presunta complicidad con el Cártel de Sinaloa. La forma como la empiezan a percibir en Estados Unidos es como cómplice o tapadera de lo que hizo su predecesor.Sheinbaum tiene que ser más cuidadosa en lo que diga y haga. Pueden creer que solo son salvas, pero con Trump no hay nada cierto. Ayer mismo, la diputada trumpista de Georgia, Marjorie Taylor Green, anunció que este jueves presentará una iniciativa de Ley para cambiar el nombre al Golfo, porque “los cárteles mexicanos lo están usando para traficar personas, drogas, armas y Dios sabe qué más, mientras el gobierno les permite hacerlo”. No tiene alas para volar, pero es un indicativo de lo que viene, que no será lo que cree, porque la conjunción de intereses estratégicos que tuvieron López Obrador y Trump, hoy ya no existe.