Recibí varios mensajes y llamadas de lectores para expresar su opinión, a favor y en contra, de lo planteado en mi columna de ayer “Tu notaría, tu lotería”.En el texto critico la opacidad en el sistema de asignación de notarías, pues cada fin de sexenio el gobernador en turno las entrega como premios o “becas” a familiares, amigos e integrantes de la élite política y notarial.Fue el caso de las recientes notarías asignadas a los hijos de Emilio González Márquez, Fernando Guzmán Pérez Peláez y el hermano del secretario del Transporte, así como a la hija del anterior presidente del Colegio de Notarios de Jalisco, cuñado, por cierto, del secretario general de Gobierno.Nada diré de los lectores que coincidieron con la premisa general que denuncia el nepotismo del linaje notarial y su cercanía con el poder. Me interesan quienes expresaron matices o disienten.Uno de los argumentos en contra señala que hay notarios cuya honorabilidad y competencia es indiscutible. No me cabe la menor duda. Estoy seguro que el mérito y el esfuerzo, en esos casos, no debe regatearse.Una lectora, por ejemplo, hizo énfasis en la honorabilidad y vocación social del notario Manuel Bailón Cabrera, ya fallecido, cuyo apellido se repite con mayor frecuencia en el directorio notarial.El buen nombre, en este caso de uno de los Bailón, no elimina el hecho de la existencia de una casta notarial que funciona como un sistema patrimonial –o círculo de poder cerrado y hereditario– que habría que revisar en una sociedad democrática.Otro argumento en contra de mi premisa remarca que todos los elegidos tienen las credenciales, en estudios y competencias, para ocupar el cargo de notario. Muchos incluso estudiaron en universidades notables con desempeños de excelencia.Por otra parte, otro lector apunta que entre los elegidos siempre hay quien, sin pertenecer al círculo de poder político y notarial, obtiene su nombramiento vía concurso de oposición.En mi opinión, esas dos ideas sólo legitiman el discurso de una élite que, por supuesto, está muy bien capacitada pues, con todas las ventajas, relaciones y oportunidades que provee el seno familiar, se convierten en perfiles “idóneos”.Por otro lado, la idea de que algunos sí llegan gracias a sus méritos individuales, sólo son esa excepción que sirve para reproducir el gran mito meritocrático: todos, si nos esforzamos, podemos ser recompensados en proporción a nuestro empeño.En realidad hay un sistema de castas, corrupción y nepotismo en torno a una función pública como es la de un notario. Algo muy similar a lo que ocurre en el Poder Judicial, que hoy nos tiene en medio de una reforma telúrica porque dejaron crecer el problema hasta que fue muy tarde.El gremio notarial debería poner sus barbas a remojar.