En esta época navideña a la clase política le da por repartir regalos a la población vulnerable. Cobijas, juguetes, despensas, cenas, cualquier pretexto es bueno para mostrar una pancarta con su rostro, rotular una pelota con su nombre, tomar la foto y difundir su caridad en redes sociales.El gobernador Pablo Lemus anunció “cenas navideñas” para entregar a familias de la metrópoli a partir de donaciones. Incluye agua mineral Aga, salsas Tajín, arroz, puré de papa Verde Valle y pollo El Pechugón. Todo aportado por empresarios.El senador panista y ex gobernador Francisco Ramírez Acuña repartió cobijas en San Agustín, Tlajomulco. En las fotografías destacan grandes pancartas con su rostro y su nombre; él, en cambio, no aparece.La diputada federal morenista Merilyn Pozos realizó posadas con vecinas y vecinos de Guadalajara. Allí repartió regalos en bolsas de estraza con su fotografía y nombre.Su correligionario Diego Rivera, alcalde de Tequila, organizó una posada en donde regaló un carro con los logos de Morena.La alcaldesa tapatía, Verónica Delgadillo, obsequió pelotas naranjas con el rótulo “Vero” en el marco de la campaña “Nos toca regalar” en más de 50 colonias.Aquí sí todos son iguales: naranjas, morenos o albiazules. No hay mejores ni peores.Esta política de dádivas se reduce a un intercambio elemental: te doy algo, me debes algo. Parecería una práctica que necesita del reflector: instrumental, hipervisible y calculada para dejar constancia, no de la necesidad atendida, sino del benefactor.En el plano familiar se entiende mejor. Tú no regalas a tu madre o a tu hermano para “ayudar”, sino para regalar de verdad. No hay jerarquía ni cálculo: es una relación de afecto entre iguales.En la política de dádivas, en cambio, ¿acaso predomina ese mismo sentimiento o sólo se normaliza la desigualdad de poder?En algunos casos, estas dádivas usan el aparato público para el posicionamiento personal. Son campañas anticipadas disfrazadas de generosidad. Se mueven en la frontera —a veces difusa— del delito electoral.¿Por qué las buenas acciones necesitan logo y nombre? Puede ser sutil la diferencia entre política pública y marketing electoral. No buscan reducir la pobreza, sino convertir la necesidad en lealtad.El problema no es dar, sino cuándo, cómo y con qué narrativa.No quiero ser un aguafiestas. Ayudar no está mal. Lo cuestionable es sustituir la política por el ademán. La gente necesita visión de Estado y una oposición crítica, no gestos asistencialistas.No queremos frijoles sino respuestas y soluciones.P.D.Felices fiestas. Nos leemos en enero.jonathan.lomeli@informador.com.mx