Debo haber tenido unos 16 o 17 años cuando leí “Frankenstein o el Prometeo moderno” de Mary Shelley, cosa que sucedió muy al principio de la década de 1990. Todavía recuerdo la edición: era un tomo de acabado barato tipo trade paperback, en inglés. Lo compré en aquella tienda de revistas de Plaza del Sol donde vendían libritos importados, la que estaba en un local que hacía esquina. El mismo lugar donde por tantos años compré mis revistas de cine.Aquel día agarré la novela de Shelley porque tenía poco que había visto completa la versión de “Frankenstein” de la Universal, la de los treinta, la de Boris Karloff como el monstruo. Me había encantado. Así que tenía que comprar el libro, tenía que leerlo. Aquella obra se me cosió al alma con pespunteado firme, casi con los mismos hilos que Victor usó para coser a su criatura.Un par de años después se estrenó el “Frankenstein” de Kenneth Branagh. Otra adaptación que también me gustó (qué se le va a hacer, soy facilote con los monstruos). Desde mi perspectiva, el inglés filmó una adaptación apasionada, una lectura del texto de Shelley muy pimpeada a su modo, a veces desproporcionada y rebosante en intensidad dramática y filmmaking, pero también atrapante.Este 2025 ha llegado a unas pocas salas de cine el “Frankenstein” de Guillermo del Toro. Un “Frankenstein” monumental, ambicioso, exuberante, de una belleza que te pasa por encima como una aplanadora. Es una versión hipnótica, barroca también. Lo que me ha fascinado es que Del Toro se apropia del relato, lo filma como si fuera suyo; reclama para sí también a los personajes, los temas y las atmósferas, para así hacer una película con su firma, a la que le imprime un halo oscuramente fantástico.Al mismo tiempo, el realizador se hinca sobre una rodilla para profesar amor y rendirle justa reverencia a la madre absoluta de la ciencia ficción, a la mujer cuyas palabras son el dínamo del terror gótico: Mary Shelley. De cierta manera, tengo esta sensación de que Del Toro le hubiese hecho a “Frankenstein” lo que Coppola le hizo a “Drácula” en su momento (que es una de mis adaptaciones fílmicas favoritas de la literatura marcada por el romanticismo). Ambas son piezas entretenidísimas y también autorales.Este “Frankenstein” forma, además, una suerte de bello díptico con el reciente “Pinocho”: dos opus de Del Toro sobre el intento de crear vida, sobre la creación -el cincelado- de un ser humano, sobre las cosas que nos dan humanidad, sobre las preguntas fundamentales del ser, sobre dos distintas relaciones con el padre y/o con las fuerzas creadoras. Y, como de costumbre, con una reflexión sobre dónde radica la verdadera “monstruosidad”.Triste me parece -quizás porque soy un romántico o porque soy un poseso de la gran pantalla- que esta producción de valores audiovisuales fuera de este mundo vaya a ser vista por muchos en pantallas pequeñas. Los cines que la exhiben son poquísimos; ni Netflix ni los cines quieren dar su brazo a torcer en sus diferendos, no han logrado encontrarse ni siquiera en el punto medio. Ojalá te des la oportunidad de buscarla en el cine. En Guadalajara está en la Cineteca, el Cineforo y Cinery. También está en otros puntos del estado, como Ajijic, Arandas y Atotonilco. Para vivir la experiencia en todo su esplendor, recomiendo el cine. Eso sí, hay que verla. Y si al final no te queda otra opción más que Netflix, pues que sea en Netflix. Ni modo.Es que el “Frankenstein” de Del Toro no tiene desperdicio. El trabajo de cámara de Dan Laustsen nuevamente es de galardón. El diseño de producción de Tamara Deverell, igual. La música de Alexandre Desplat es infalible, lo sabemos siempre. Oscar Isaac es fantástico. Y Elordi… ¡Elordi! Jacob es perfecto. Su criatura no tiene fisuras. El actor se desempeña corporalmente con potencia y convicción, es cierto, pero hay algo en su mirada que magnetiza y somete. El tipo es genialidad pura.El regreso de “Frankenstein” a la pantalla grande nos ratifica que este mito de 200 años de antigüedad vive y pervive, no deja de dialogar con nosotros y todavía es susceptible de ser mirado desde muchas perspectivas. Sí, esta película es de las de visionado obligado este 2025.