En la plenaria de alto nivel de la Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica (COP16), celebrada en octubre en Cali, Colombia, fue una representante de las autoridades indígenas quien ofreció una poderosa analogía para resaltar el papel crucial de los pueblos indígenas en la conservación de la biodiversidad. En su discurso, comparó esta contribución con tener a Lionel Messi en un equipo de fútbol, pero remunerándolo con apenas el 1% de su salario. La metáfora pone hincapié en la disparidad entre la relevancia del trabajo de las comunidades indígenas para cuidar los ecosistemas y los recursos que reciben a cambio, al igual que, la urgencia de invertir recursos financieros suficientes para la conservación de la biodiversidad. Sin embargo, las negociaciones internacionales parecen atascarse cuando se habla de números. Pese a los compromisos financieros alcanzados durante la COP15 celebrada en Kunming, China y Montreal, Canadá, en 2021 y 2022, donde las naciones ricas se comprometieron a 20 mil millones de dólares anuales para conservación hacia 2025 y 30 mil millones para 2030, en la junta celebrada en Cali, la cifra colectada apenas alcanzó los 400 millones de dólares. “La conservación de la biodiversidad no es un gasto, sino una inversión estratégica que permite la supervivencia de todas las demás actividades económicas”, resalto el biólogo Gerardo Ceballos, investigador del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México. El manejo del término "costo de conservación“, afirma que, genera resistencia, mientras que delimitarlo como una inversión subraya sus beneficios sociales, económicos y políticos a largo plazo. Por otro lado, Lorenzo Rosenzweig, especialista en finanzas para la conservación, alerta que las empresas tienen el deber de reconocer la pérdida de biodiversidad como un riesgo para sus negocios. “Si el entorno natural no sobrevive, mis negocios a largo plazo tampoco lo harán”. A la vez, resalta la necesidad de diversificar las fuentes de financiamiento para la conservación, integrando gasto público, filantropía, inversión privada y eliminando subsidios a actividades que dañan el medio ambiente.¿La conservación es un gasto o una inversión? Ese es el dilema que aún no hemos comprendido, mientras flora y fauna enfrentan amenazas críticas. El Informe Planeta Vivo 2024 publicado por la World Wild Foundation (WWF) demuestra un panorama alarmante: A partir de 1970, las poblaciones de especies monitoreadas han sufrido un declive promedio del 69%. En América Latina, la situación es aún más delicada, con una reducción del 94% en las últimas cinco décadas. Estas cifras no solo son dañinas para la biodiversidad, también evidencian una amenaza directa para la estabilidad de los ecosistemas que sostienen la vida en el planeta. Según el reporte, “La biodiversidad sustenta la vida humana y, en consecuencia, nuestras sociedades. Sin embargo, todos los indicadores del estado de la naturaleza a escala mundial muestran un declive". Empezando por los alimentos y el agua que consumimos hasta la calidad del aire que respiramos y las medicinas que necesitamos, La naturaleza funciona como un sistema de soporte vital; sin ella, la humanidad no puede prosperar. Pese a todo, la economía global muestra un desinterés en esta interdependencia crítica. A pesar de que es aparentemente autónomo, el sistema financiero depende de los servicios ecosistémicos que la naturaleza proporciona, como la polinización, la regulación del clima, la purificación del agua y la fertilidad del suelo. Se trata de servicios esenciales no solo para la producción de alimentos y la salud humana, sino también para la seguridad hídrica y la mitigación del cambio climático. Son solo pocos los ejemplos que ilustran de manera más adecuada el vinculo entre la biodiversidad y servicios ecosistémicos del jaguar, el felino más grande del continente americano. Más allá de ser un símbolo cultural de América Latina, el jaguar tiene un papel clave en la estabilidad y salud de los ecosistemas en los que vive, aportando beneficios económicos y ambientales que a menudo pasan inadvertidos. En el Día Internacional del Jaguar (29 de noviembre), un informe reciente revelo que los 15 Paisajes Prioritarios para el Jaguar, que abarcan 244.3 millones de hectáreas en 14 países, producen entre 1.5 y 4 billones de dólares anuales en servicios ecosistémicos. Esta cifra económica supera hasta seis veces el desenvolvimiento económico registrado en la región, que comprende sectores como el comercio, el transporte y la banca. Al proteger el territorio del felino, se agiliza una serie de servicios ecosistémicos importantes para el desarrollo humano, tales como los servicios de regulación que evitan la erosión del suelo, regulan el clima local, moderando las inundaciones y purificando el agua. Lo cual resulta fundamental para actividades como la agricultura y la ganadería. También, los hábitats protegidos por el jaguar suministran agua dulce, alimentos, materias primas y recursos genéticos. Estos últimos son apañados por la industria farmacéutica y cosmética, entre otras. La variedad de contribuciones de los jaguares se dispersan a los servicios culturales en donde los paisajes se convierten en un atractivo para el turismo de naturaleza, asimismo de tener un profundo valor espiritual para las comunidades locales y la sociedad en general, también los servicios de apoyo promueven procesos fundamentales como la formación del suelo y la fotosíntesis; la base la vida en el planeta. Pese a este múltiple impacto, estos servicios rara vez se valoran económicamente en los modelos financieros actuales. Como señala en el reporte Roberto Troya, Director Regional para América Latina y el Caribe de WWF, “El jaguar es mucho más que un símbolo cultural; representa un recurso estratégico para la estabilidad ambiental y económica de la región”.“Todo cambiaría si comprendiéramos que la economía está dentro de los ecosistemas y no como un sistema ajeno o satélite. La economía es parte integral de la naturaleza, el espacio en el que todos vivimos”, dice Lorenzo Rosenzweig, quien agrega que el modelo económico actual falla al no incorporar estos servicios como elementos centrales del sistema. Al ignorar la dependencia de los ecosistemas, la economía global se expone a riesgos físicos, como la escasez de recursos, el aumento de los costos de producción y la interrupción de las cadenas de suministro. También enfrenta riesgos de transición, como la creciente presión social y regulatoria para adoptar prácticas sostenibles. Estos riesgos no son meras abstracciones, sino que representan una amenaza tangible para la estabilidad financiera y la prosperidad global. Según el Informe Planeta Vivo 2024 de WWF, más de la mitad del PIB mundial (55%), equivalente a unos 58 billones de dólares, depende moderada o altamente de la naturaleza y sus servicios.Cali, Colombia, fue sede del marco de la COP16, donde se alcanzaron avances considerables en el financiamiento para la biodiversidad, presentando la creación del "Fondo de Cali“, un nuevo mecanismo destinado a repartir los financiamientos generados por la información genética digital (DSI). El objetivo del fondo es que empresas de sectores como el farmacéutico y cosmético aporten con el 1% de sus beneficios o el 0.1% de sus ingresos, dirigiendo el 50% de los recursos acumulados a pueblos indígenas, comunidades locales, afrodescendientes, mujeres y jóvenes. Aunque no existe un cálculo preciso sobre su alcance, las ganancias de estas industrias, que compiten con las empresas tecnológicas en el mercado bursátil, sugieren que el fondo podría generar recursos significativos, resalta María Inés Rivadeneira, de WWF América Latina y el Caribe. Pese a la creación de este fondo, el supuesto acuerdo establece un nuevo fondo global de biodiversidad que nunca se materializó. Actualmente existe una brecha de financiamiento de aproximadamente 700 mil millones de dólares para la implementación del Marco Global de biodiversidad de Kunming, reconoce Rivadeneira – Montreal que marca objetivos y metas para impedir y revertir la pérdida de biodiversidad mundial para 2030, y concientizar su conservación, uso sostenible y distribución equitativa de beneficios. Los compromisos financieros fueron notablemente menores, intensificando la frustración de los países en desarrollo, en contraste con la COP16. Estas naciones resaltan que el modelo económico global —motivado por los países más ricos— es el principal causante de las amenazas a la biodiversidad, y exigen una mayor responsabilidad financiera. En este sentido, los debates sobre la utilidad de las COP divergen. Gerardo Ceballos, duda de la eficacia de estos encuentros internacionales. En su opinión, estas reuniones son un espejismo que distrae la atención de acciones concretas y necesarias. “Organizar eventos como estos, con más de 15 mil participantes y gastos descomunales, no aborda la escala real del problema. Se genera una falsa percepción de que se están alcanzando acuerdos efectivos, pero en realidad, los resultados son mínimos,” alerta, al mismo tiempo, critica la falta de mecanismos obligatorios que aseguren el cumplimiento de los compromisos adquiridos. María Inés Rivadeneira sin dejar de resaltar los desafíos que persisten, específicamente en torno a la implementación de los acuerdos y el financiamiento para la biodiversidad, asegura que la COP arrojó resultados buenos, ya que la variedad de participación latinoamericana dio valor al diálogo con perspectivas regionales, a la vez que se alcanzaron hitos como el reconocimiento de los conocimientos tradicionales de los pueblos indígenas y afrodescendientes, el ya comentado Fondo de Cali para diversificar beneficios del uso de recursos genéticos y un plan de acción para trabajar la conexión entre salud y biodiversidad, tal como directrices para proteger áreas marinas especiales. La líder de políticas para WWF América Latina y el Caribe fomenta un cambio de enfoque en el que comprendamos que “los problemas ambientales no solamente son ambientales, también abarca problemas económicos, políticos y sociales. Es primordial que las políticas de biodiversidad, cambio climático y contaminación sean intersectoriales y multinivel, es decir, que permeen en la planeación del Estado. El financiamiento de la conservación se enfrenta a retos profundos, no solamente en términos de montos disponibles, a la vez, en la burocracia e ineficiencia de los mecanismos actuales. Países en desarrollo, que cuentan con gran parte de la biodiversidad del planeta, han manifestado su frustración ante el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM), refiriéndose a el como un sistema tedioso y tardado. Estas naciones, que sufren las consecuencias más graves de la pérdida de biodiversidad, solicitan con urgencia un nuevo fondo global que sea más accesible y eficiente.María Inés Rivadeneira resalta esta exigencia: “Los países en vías de desarrollo están exigiendo este cumplimiento, porque las grandes amenazas que están sufriendo la biodiversidad en los países de América Latina, de África, los países isleños, etcétera, no tienen que ver directamente con temas ocasionados por los propios países, sino por cómo funciona el mercado global”. Para que el financiación de la biodiversidad avance de manera efectiva, es importante replantear la narrativa de una manera en que, en lugar de indagar del “costo de la conservación” La plática se enfocará en la inversión estratégica con retornos económicos, sociales y ambientales. “Si metiéramos la cantidad de recursos que se requieren para mitigar el problema, estaríamos creando muchísimos empleos, estaríamos construyendo muchísima infraestructura, estaríamos creando muchísimo bienestar indirecto por la protección de la naturaleza”, comenta Gerardo Ceballos. La construcción del financiamiento para la conservación de la biodiversidad necesita acciones decididas del gobierno y a la vez del sector privado. Los gobiernos, a cargo de las políticas públicas, deben incrementar el gasto en conservación, deshacerse de subsidios dañinos y agregar incentivos que fomenten prácticas sostenibles, incluyendo la protección ambiental en sus estrategias económicas. Por otro lado, las empresas deben moldear sus modelos de negocio con la sostenibilidad, aportando en proyectos de restauración y ayudando a mecanismos financieros innovadores, como bonos verdes y fondos de impacto. Fuera de la metáfora utilizada en el transcurso de la plenaria de la COP16 que comparó su papel en la conservación con el de Messi en el fútbol, el astro argentino dejó su huella en la COP16 con un mensaje virtual. En un video, Messi sostenía un globo terráqueo en sus manos y expresaba: “Lo que tengo en mis manos es algo muy preciado, vale oro, hay uno solo. Con esfuerzo y sentido colectivo podemos cuidarlo”. A pesar de que sus palabras no se referían directamente al financiamiento para la conservación, su cierre sabe a una verdad inquebrantable: “El título más grande es lograr la paz con la naturaleza. Unámonos para proteger la vida, la naturaleza, la gente”, menciono el ocho veces galardonado con el Balón de oro que identifica al mejor futbolista del mundo. Esta historia fue producida como parte del Fellowship 2024 de la Earth Journalism Network de Internews. * * * Mantente al día con las noticias, únete a nuestro canal de WhatsApp * * * AS