El artista callejero Héctor González, de origen tapatío, no había pensado tanto en el enorme mural de la Virgen de Guadalupe que pintó hace 18 años en La Villita hasta que hace seis meses un amigo compartió una publicación en Facebook donde aparecía su obra de fondo.González, conocido con el seudónimo artístico de “Disrokone”, es uno de los artistas urbanos latinos más experimentados del Medio Oeste americano. Cuando vio aquella foto sintió algo especial. Fueron largos días en que sólo pensaba en lo descolorido que estaba su mural.Héctor creció en La Villita (el barrio más mexicano de Chicago) y pintó originalmente ese mural (que está a un lado del supermercado “La Chiquita”, en el 2367 de la avenida Pulaski) después de un momento muy doloroso en su vida. Hoy, gracias a los fondos de muchas organizaciones, está restaurando el mural que será reinaugurado para la celebración de la Virgen de Guadalupe hoy domingo 12 de diciembre.El artista se decidió finalmente a revitalizar la pieza después de reflexionar sobre cómo la comunidad mexicana luchó para sobrevivir durante la pandemia. Aún recuerda la calle 26, corazón de La Villita, como uno de esos lugares donde había muchas tiendas, y cuando los periódicos hablaban maravillas del segundo corredor comercial más importante de la ciudad. Le entristeció mucho ver que cerraban muchos pequeños negocios a causa de la crisis provocada por el COVID-19.Una mañana de septiembre estacionó su camioneta frente a su mural y finalmente se convenció de que tenía que restaurarlo. El estado de deterioro de esa obra era una representación de cómo se encuentra el vecindario mexicano casi dos años después de la pandemia: perdió color y el encanto de sus mejores años.Héctor llegó a La Villita cuando era niño de 6 años. Comenzó a dibujar y hacer bocetos desde muy joven, inspirado por el movimiento del graffiti en los años 80. En viajes a su Guadalajara natal, sus tíos lo llevaban a ver murales y mucho arte callejero, que siempre fue su pasión. En los años 90, él y su equipo pintaron casi 30 murales por todo Chicago, transformándose en una leyenda de las artes plásticas urbanas. Hoy trabaja como diseñador en una fábrica de estructuras metálicas y vende esporádicamente su arte en galerías.Las imágenes de la Virgen de Guadalupe siempre lo inspiraron. Pero este mural surgió de una promesa que Héctor hizo durante una de las épocas más tristes de su vida.Su novia fue diagnosticada con cáncer en el año 2000. Los médicos en Chicago le dijeron que no había otras opciones además de los cuidados paliativos, por lo que la pareja buscó tratamientos alternativos en Alemania. En los últimos días que le quedaban de vida, ella le pidió que le consiguiera una Coca-Cola bien fría. Héctor salió a buscar una, pero estaba en un pueblo alemán sin saber bien a dónde ir. Vio una pequeña iglesia y entró a rezar frente a la imagen de la Virgen María, que le recordó a su hogar. Lloró y rezó solo, durante casi una hora, en completo silencio.Héctor estaba tratando de negociar con la Virgen María en ese momento: “Por favor, ayúdame y yo te ayudaré de alguna manera ... ni siquiera sé cómo, pero haré algo para acercar a la gente a ti y recordar que estás ahí y que siempre estás cuidándonos”, hoy recuerda que le dijo a la Virgen.Su novia falleció dos días después. Se fue en paz, sin dolor. Y él sintió que debía cumplir su promesa.A Héctor se le ocurrió la idea de pintar una imagen de la Virgen de Guadalupe en el supermercado “La Chiquita”, donde años antes había pintado un mural dentro del restaurante que está en esa famosa tienda. El dueño, Alfredo Linares, le dio su bendición para hacer la pieza.Ni siquiera firmó su obra. No quería crédito por eso. Fue como su regalo a la comunidad, una promesa que cumplió y una forma de contar su historia.Héctor tardó cuatro meses en terminar el mural porque estaba de duelo. El mural también incluye imágenes de su difunta novia; su madre; su hermana Norma; y un paciente de cáncer de Chicago que también murió el mismo día que su novia. Héctor se pintó a sí mismo en la esquina inferior izquierda de la obra, rezándole a la Virgen María.González solicitó subvenciones de la ciudad para ayudar a respaldar la restauración del mural a través de un programa de apoyo a artistas jóvenes que él patrocina. La restauración cambió los tonos sepia del original con colores más vibrantes y agregó más retratos en color que representan la continuación de la vida. Esta vez la obra sí tendrá la firma de “Disrokone”.El mural de Nuestra Señora de Guadalupe en La Villita siempre ha tenido una resonancia especial en la comunidad, ya que la mayoría de los mexicanos menores de 50 años crecieron mirándola en las paredes del vecindario. El barrio no se sentiría bien sin ese mural del 26 y Pulaski, ya que su imagen es un símbolo de la fuerza maternal con la que la comunidad se relaciona, además de ser el símbolo más fuerte de la identidad cultural de la mayoría de sus residentes.Para conmemorar la reinauguración del mural y la celebración de la Virgen de Guadalupe, supermercado La Chiquita llevará una banda de mariachis para cantarle a la Virgen María. Un sacerdote bendecirá el mural, tal cual ocurrió hace 18 años.Héctor sólo quiere que la gente mire el nuevo diseño en busca de inspiración para “sentirse bien y entusiasmados” con su vecindario.“Todavía hay mucho amor aquí. Todavía hay mucha inspiración aquí. Todavía hay muchas raíces que se plantan aquí ... [Solo quiero que la gente] se sienta renovado por dentro, porque eso es exactamente lo que la Virgen de Guadalupe siempre ha hecho por mí”, dijo.