Jueves, 28 de Noviembre 2024

Doble vara

¿Por qué Fela Pelayo se va y otros integrantes del gabinete del Gobierno del Estado siguen en sus posiciones?
 

Por: Enrique Toussaint

Es más fácil salir del gabinete por ostentarse como licenciada sin serlo que por atestiguar cómo integrantes de la FGE torturaban a manifestantes. TWITTER/felapelayo

Es más fácil salir del gabinete por ostentarse como licenciada sin serlo que por atestiguar cómo integrantes de la FGE torturaban a manifestantes. TWITTER/felapelayo

Fela Pelayo, secretaria de Igualdad Sustantiva entre Mujeres y Hombres (SISEMH), dejó su cargo por ostentarse como licenciada sin haber concluido sus estudios universitarios. Cometió un error, sin duda. La honestidad no es sólo no meter las manos en el dinero público o impedir licitaciones amañadas. Es también ser congruente acerca de lo que uno es, su trayectoria y credenciales para ocupar un cargo público. La ex titular del mecanismo de adelanto para las mujeres debió haber sido más cuidadosa. Desde una visión muy purista de la administración pública, su salida del gabinete está justificada. Sin embargo, ésa es sólo una parte de la historia.

Qué motivos son suficientes para dimitir constituye una gran interrogante del debate público en el mundo. No nos engañemos, es imposible encontrar una verdad universal. No obstante, sí existe una correlación. Entre más desarrollado es un país, entre más asentada se encuentra la democracia, la presión por renunciar se vuelve más insoportable. Por ejemplo, en Alemania, ministros renuncian por inconsistencias en sus tesis doctorales. En México, Enrique Peña Nieto copió gran parte de su tesis de licenciatura y se mantuvo en el cargo hasta el último minuto. En Francia, un excandidato presidencial -François Fillon- enfrenta una sentencia de cinco años de prisión por contratar a su esposa como su asesora parlamentaria. En México, los tres poderes son una “gran familia”, nepotismo por doquier, y nadie asume ninguna responsabilidad. Nadie renuncia por nada. Por lo tanto, entre más alta es la calidad de la democracia, irregularidades menores exigen una abdicación automática. Y asumámoslo: México no tiene una democracia de calidad y el listón ético de la renuncia se encuentra por los suelos. Aquí, una persona deja su cargo hasta que tiene el “agua hasta el cuello”.

En Jalisco, la renuncia es una consideración política. Más que la evaluación sobre los méritos o deméritos del secretario, lo relevante es el ánimo del líder político. Qué tan importante es la pieza del gabinete para el futuro del proyecto político o qué tan leal es para el jefe del ejecutivo. Y aquellos que defienden tesis legalistas me dirán: el ejecutivo es unipersonal y el gobernador puede prescindir de quien guste, cuando guste. Es cierto. No obstante, ése no es el debate de fondo. ¿Por qué Fela Pelayo se va y el fiscal Gerardo Octavio Solís Gómez sigue en su cargo? ¿Por qué Fela Pelayo se va y no hay nadie en la Secretaría de Administración que dé un paso al costado por las irregularidades detectadas (y señaladas por la Contraloría) en A Toda Máquina? ¿Por qué Fela Pelayo se va y el gobernador no le pidió la renuncia a Héctor Álvarez, alcalde de Zapotlanejo, por golpear a una mujer? ¿Por qué Fela Pelayo se va y el secretario de Salud resiste luego de las crisis sucesivas, en particular la de dengue que amenaza con profundizarse en 2020?

Existen dos exigencias a los gobiernos. Una es la eficiencia. Es decir, cumplir lo que prometieron. Que enfrenten los problemas de la ciudadanía con determinación y resultados. La segunda, y la que compete a este artículo, es el listón ético. Un Gobierno debe definir qué conductas son tolerables y cuáles no. Qué conductas son las correctas en el ejercicio público. Es algo que, hasta hoy, no ha definido la administración estatal que encabeza Movimiento Ciudadano. A pesar de ser uno de los discursos que les permitió reemplazar a Acción Nacional como la fuerza política alternativa al PRI.

Los cargos de mayor relevancia que se han ido del Gobierno son el coordinador de seguridad, Macedonio Támez, y la titular de la SISEMH. Támez dejó su cargo y todavía no sabemos por qué. Lo que sí sabemos es que no renunció, sino lo renunciaron. Podemos discrepar de la forma en la que el excoordinador entiende la política de seguridad, pero resulta innegable que es un funcionario honesto. No es alguien que se deje corromper con el dinero del delito o de aquellos intereses que se mueven en torno a la seguridad que no son pocos. Támez cumplió -según lo que señaló el gobernador- (fue eficiente) y aún así perdió su puesto. El gobernador no lo defendió como sí lo hizo con el fiscal luego de los lamentables sucesos del 5 de junio pasado (cuando múltiples jóvenes fueron levantados por agentes ministeriales). Uno obtuvo la absolución del gobernador y el otro tuvo que dejar la Coordinación.

El gobernador tiene todo el derecho a hacer cambios en su equipo, pero lo que si podemos pensar es que no se está utilizando la misma vara de medir con todos los integrantes de su gabinete o de su proyecto político. Fela Pelayo se equivocó, pero sus errores no se equiparan, ni por asomo, con pifias que han cometido otros en el actual Gobierno o en administraciones anteriores que ha encabezado el hoy gobernador.

Revisemos el historial. ¿Qué cabezas han rodado por presión de los medios de comunicación o escándalos en la prensa desde que Alfaro tiene cargos ejecutivos? Nadie en Tlajomulco, nadie en Guadalajara. Nadie en el Gobierno del Estado. Y las crisis han sido muchas: los contratos de comunicación social, las calandrias, las licitaciones y compra de arte público, A toda máquina, el partido de los Lakers, la desaparición del Instituto Jalisciense de las Mujeres, las protestas del 4 y 5 de junio por el asesinato de Giovani López. El gobernador aguantó y protegió a aquellos integrantes de su gabinete que fueron señalados. Una característica del gobernador, alabada por algunos y vilipendiada por otros, es no ceder ante periodicazos. En este caso, no importó el trabajo realizado por Fela Pelayo, sólo fue relevante el escándalo mediático.

La congruencia no es sólo un valor político en sí mismo, sino que dota de certidumbre a una administración a un Gobierno. De esta manera, es previsible cómo reaccionará el gobernador ante los escándalos. Lo que sabemos hasta hoy es que es más fácil salir del gabinete por un supuesto “escándalo” de ostentarse como licenciada sin haber concluido los estudios de grado que por atestiguar cómo integrantes de la Fiscalía estatal levantaban y privaban de la libertad a manifestantes. Coincido en elevar el listón moral de nuestros gobiernos (y de la vida pública), pero siempre que sea parejo para todos y todas.

Tapatío

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