Viernes, 22 de Noviembre 2024

Este popular parque de Guadalajara, fue una prisión

El crecimiento de la ciudad ha dejado atrás la memoria de un terrible edificio emblemático que se encontraba en este lugar

Por: Oscar Eduardo Bravo Gutiérrez

La Penitenciaría de Escobedo era uno de los edificios más distinguidos de la vieja Guadalajara. EL INFORMADOR / ARCHIVO

La Penitenciaría de Escobedo era uno de los edificios más distinguidos de la vieja Guadalajara. EL INFORMADOR / ARCHIVO

Jalisco fue el primer estado que edificó un régimen penitenciario en México. El sábado 24 de mayo de 1845 un trabajador colocó la primera piedra de la que se convertiría en la Penitenciaría de Escobedo, conocida así por mantener el apellido del exgobernador Antonio Escobedo. Los trabajos de construcción continuaron tres décadas más. El espacio otorgado para la edificación fue cedido por el Fray Manuel de San Juan Crisóstomo Nájera; la huerta del Convento del Carmen, ¿ya sabes de qué espacio icónico de la ciudad se trata?

La huerta de las carmelitas llegaba hasta lo que hoy es la avenida Enrique Díaz de León, más o menos hasta donde ahora se encuentra el edificio de la Universidad de Guadalajara. Lo que ahora es el Parque Revolución o parque rojo, como es conocido popularmente, eran los jardines al ingreso del edificio. La compleja y novedosa prisión comprendía ocho manzanas; mas o menos de Avenida Federalismo a Enrique Díaz de León; y de López Cotilla a Pedro Moreno.

La construcción fue una bandera liberal de arquitectura y legislación. Sus características espaciales comprendian celdas solitarias, higiénicas y ventiladas para sus presos. El contraste lo daban los grandes patios, portales, puertas e ingresos magnánimos. Busco lograr el distribuidor óptico perfecto para la vigilancia: el panóptico. En cuanto a la ejecución del derecho civil, el servicio contaba con pena capital.

La Penitenciaría de Escobedo fue destruida por completo en 1933. Sus servicios fueron trasladados a la Penal de Oblatos, al oriente de la ciudad. Lo que hoy es el parque rojo fungió a inicios del siglo XX de huerta y panteón, en el que incluso se llegaron a fusilar a los presos condenados con pena capital.

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