Los ojos de Lucita, enrojecidos de tanto llorar, alzaban la vista para ver el retrato del Papa Francisco. Su voz era entrecortada y, entre suspiros, apenas hallaba las palabras para hablar sobre la muerte del Sumo Pontífice, quien falleció la madrugada de este lunes. Cuando escuchó la noticia de labios de su hijo no lo podía creer, hasta se desmayó al enterarse de la muerte del sucesor de San Pedro. Desde la mañana que le dieron la noticia no ha dejado de llorar y rezar por el alma del líder de la Iglesia Católica y, al recordar, dejaba escapar sollozos solitarios, guturales, ansiosos."Él (Francisco) cargaba el mundo entero. Sabíamos que le esperaba esto porque ya tenía mucho tiempo enfermo, y es el destino final de todos, pero me impactó mucho la forma en la que lo comunicaron. Caí desmayada cuando mi hijo me lo comunicó. Yo creo firmemente que está en el cielo, en la presencia de Dios porque él cargaba el mundo en sus hombros, en su espalda. Pero el modo como me dieron la noticia me dolió", expresó.Sin ánimo siquiera de salir de la cama, Lucita quería quedarse todo el día en su casa y llorar la muerte de Bergoglio, pero, ya sea por fuerza divina o porque toda su vida la ha dedicado a la Iglesia, decidió vestirse, arreglarse, aunque las lágrimas la hicieran ver fea, refirió, para ir a la Catedral de Guadalajara y rezar por Francisco. "Lo que más le agradaría al Papa es que todos en la Iglesia pidiéramos por él […]. Fue un dignísimo sucesor de Juan Pablo II".La misa, que era más bien una despedida, comenzó alrededor de las 12:00 horas. Los feligreses tomaron sus asientos en un silencio que gobernaba la Catedral. Allá, en las bancas del fondo, unas señoras se limpiaban las lágrimas de la mejilla con una servilleta, mientras los de adelante, más cerca del retrato del Papa, se mantenían estoicos, firmes, pero tristes, ante las lecturas de la Sagrada Escritura.De entre el tumulto salió Arnulfo, quien vino a agradecer a Francisco el milagro de haberle salvado la vida, pues él intercedió ante Dios por el originario de Encarnación de Díaz. Con un periódico en mano y el expediente que certifica la legalidad del milagro, Arnulfo se arrodilló frente al retrato del Sumo Pontífice. Aunque también se sentía desolado, dijo estar en paz, pues "era un santo y seguramente ya está con Dios".Para Arnulfo, el Cardenal de Guadalajara, Francisco Robles Ortega, será nombrado nuevo Pontífice de la Santa Sede, pues el mismo Francisco se lo relató en un sueño. "Yo soñé con él. Lo vi de frente y me dio tanta felicidad. Pude despedirme de él y, antes de que se fuera, me dijo que me alegrara aún más porque por primera vez vamos a tener a un Papa mexicano. Van a nombrar al Cardenal Robles".Al final, pasadas las 13:00 horas, los templos del Centro tapatío hicieron sonar sus campanas para decir el último adiós a Bergoglio. Un eco unísono, casi armonioso, que hizo que, por un momento, la Plaza Guadalajara se detuviera y alzara la vista al cielo. Turistas, feligreses, comerciantes y policías dejaron de caminar por unos minutos, el evento lo ameritaba. El Sol azotaba con fuerza y el calor era endemoniado, pero las campanas lloraban la muerte de Francisco. Lucita, quien cruzaba el umbral de la Catedral, derramaba unas lágrimas pesadas, de esas que dicen que son eternas.NA