
¿Qué significa el Domingo de Ramos?
En esta jornada, las iglesias de tradición cristiana invitan a los fieles a reflexionar sobre la humildad, el sacrificio y el triunfo del bien sobre el mal

El Domingo de Ramos da inicio a la Semana Santa, el periodo más intenso y reflexivo del cristianismo. EL INFORMADOR / ARCHIVO
Este domingo se celebra el Domingo de Ramos, fecha que marca el inicio de la Semana Santa y uno de los momentos más significativos del calendario cristiano. Es un día cargado de simbolismo, que conmemora la entrada de Jesús a Jerusalén, apenas unos días antes de su pasión, crucifixión y resurrección.
En esta jornada, las iglesias de tradición cristiana invitan a los fieles a reflexionar sobre la humildad, el sacrificio y el triunfo del bien sobre el mal. Pero también, este día pone en evidencia la fragilidad del ánimo colectivo: muchos de los que recibieron a Jesús con entusiasmo aquel domingo, exigieron su crucifixión el viernes siguiente. De ahí nace la expresión popular: “Del Hosanna al crucifícalo, solo pasaron cuatro días”.
Los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan narran cómo Jesús ingresó a Jerusalén montado en un burro, mientras era recibido por una multitud que agitaba ramas de palma y olivo, gritando: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”.
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Este gesto cumplía una antigua profecía del profeta Zacarías, que anunciaba la llegada de un rey justo y humilde. Sin embargo, la mayoría de las personas esperaba un líder político o un guerrero que liberara al pueblo del dominio romano. Pero Jesús, lejos de las expectativas humanas, eligió un camino distinto: el del servicio, la humildad y la entrega.
El uso de palmas y ramas de olivo también tiene un fuerte contenido simbólico. La palma representa victoria y renacimiento; el olivo, paz y esperanza. Este último ya había aparecido en la historia bíblica como señal de reconciliación, cuando la paloma regresó al arca de Noé con una rama de olivo en el pico.
Además de conmemorar la entrada de Jesús a Jerusalén, el Domingo de Ramos da inicio a la Semana Santa, el periodo más intenso y reflexivo del cristianismo. Es el comienzo del camino hacia la cruz, un recorrido que invita a los creyentes a revisar su relación con Dios, a mirar más allá de las apariencias y a abrazar el sentido profundo del sacrificio y el amor.
En las distintas tradiciones cristianas, este día se celebra con gran solemnidad. La jornada litúrgica comienza con la bendición de las palmas o ramas de olivo, que los fieles llevan consigo a los templos. Esta bendición suele hacerse al aire libre, como una recreación simbólica del recibimiento que Jesús tuvo al llegar a Jerusalén. Luego, se realiza una procesión con cánticos e himnos, como el tradicional “Hosanna”, en un acto colectivo de adoración y esperanza.
Una vez dentro del templo, la celebración sigue con la lectura de los Evangelios. En la Iglesia católica de rito latino, la liturgia se divide en dos momentos: primero, se proclama el relato de la entrada triunfal de Jesús, y más adelante, durante la misa, se lee de forma solemne la Pasión, es decir, el relato de los últimos momentos de su vida, desde la traición de Judas hasta la crucifixión.
Esta lectura se realiza en muchos casos con la participación de distintos miembros de la comunidad que representan a los personajes bíblicos. El cambio de tono marca una transición: del júbilo al drama, de la aclamación al sufrimiento.
El color litúrgico de este día es el rojo, símbolo de la sangre derramada por amor. En algunas parroquias, también se organiza el Vía Crucis, una procesión que recorre las 14 estaciones del camino de Jesús hacia el Calvario, como parte del inicio de las actividades propias de la Semana Santa.
Más allá de la ceremonia, los ramos bendecidos no deben ser vistos como objetos mágicos o amuletos. No tienen poder por sí mismos, y creerlo así es caer en prácticas supersticiosas. Son, en cambio, un recordatorio del mensaje central del Evangelio: la victoria del amor sobre el pecado y la muerte.
El Domingo de Ramos, además de su dimensión religiosa, puede leerse también desde una perspectiva más amplia. En un mundo que muchas veces atraviesa crisis e incertidumbres, esta celebración recuerda que la esperanza puede renacer en los momentos más inesperados. El mensaje es universal: aun cuando todo parezca perdido, siempre hay posibilidad de empezar de nuevo, con fe, con coraje y con solidaridad.
Así, este domingo no solo da inicio a una semana de introspección espiritual para millones de cristianos, sino que también invita a todos, creyentes o no, a mirar dentro de sí mismos y a caminar con dignidad hacia un futuro más humano, más justo y más lleno de esperanza.
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