“Tomar la decisión no fue fácil, conlleva muchos cambios en mi vida. Pero lo asimilé como una responsabilidad. Entendí que hay más de 130 millones de mexicanos y la oportunidad la tiene uno. Era mi responsabilidad aceptarla, dejar ese antecedente y conquistar un escenario que merece ese compromiso”, afirma el bailarín Isaac Hernández (Prix Benois de la Danse 2018), quien, a sus 34 años, dejó el San Francisco Ballet, a mediados de junio tras dos años como su bailarín principal, y se incorporó al American Ballet Theatre (ABT) como artista invitado en su temporada de otoño, que inicia en octubre para, en enero, convertirse en el primer bailarín principal mexicano en la prestigiosa compañía.Fue a los 11 años cuando Hernández vio, por primera vez, una obra producida por el ABT: el ballet “El Corsario”, grabado en un VHS familiar; 23 años después, ese instante formativo y su componente emocional se coronan con su ingreso al ABT y el reto de volver a construir la vida cotidiana en un entorno nuevo. En su mente, dice, hay una imagen: terminar su carrera en la Metropolitan Opera House, y darle los que -desde su punto de vista- son los mejores años en la vida de un bailarín, a una compañía que admira y representa tanto para él.A la par, la gala “Despertares”, uno de los proyectos más ambiciosos de Hernández, vuelve después de dos años al Auditorio Nacional (23 de agosto, 20:30 horas) para celebrar su décima edición, completamente con apoyo de la iniciativa privada y un público sólido (el espectáculo depende en 90% de la taquilla).-¿Cuál es el mayor reto de entrar al ABT?-Es un gran reto. Tiene mucha importancia para mí. Era un sueño que, en algún momento pensé, no iba a suceder por muchas razones y prioridades que yo tenía reajustadas de cierta manera. Me da mucho gusto poder estar allí. Estoy muy motivado por tratar de vivir estos momentos icónicos.-¿Tras esta ausencia de dos años del Auditorio Nacional, cómo regresa “Despertares”?-Regresa mejor que nunca. Tenemos grandes patrocinadores y el respaldo del público. De las dos horas de función, quizá bailo 50 minutos. Pedí, en comisión, un estreno con cinco bailarinas de tap; bailo dos piezas con mi hermano, Esteban; traigo 35 artistas, entre músicos y bailarines. Es una edición ambiciosa. Tras la pandemia hubo mucha incertidumbre en el mundo, pero “Despertares” vuelve con ánimo celebratorio. -¿Cómo ha evolucionado en 10 ediciones?-Yo sí tenía una visión a largo plazo similar a lo que estamos viviendo. Me interesaba que “Despertares” no sólo dependiera de una voluntad en particular -ni política ni empresarial- sino que fuera una unión de esfuerzos. Y hoy somos uno de los únicos proyectos en el mundo que ha logrado participación de diferentes sectores. -¿Qué se requiere para mejorar el acceso a la cultura en México?-La unión de esfuerzos, que ha hecho que “Despertares” tenga éxito, es lo que nuestro país necesita, y un Gobierno que esté dispuesto a ser un facilitador y que no sea una dependencia única y total de todo lo cultural de México, sino que permita crear herramientas que faciliten el acceso a otro tipo de apoyos para que sea una responsabilidad compartida y no una dependencia absoluta del Gobierno. Yo he peleado para que eso cambie. El posicionamiento de las industrias creativas y el entretenimiento en México ha sido muy limitado respecto a cómo se ha propuesto en la comprensión de la economía, el turismo, el desarrollo social y el desarrollo intelectual de nuestros jóvenes y nuestros niños. El Banco Mundial declaró que la creatividad es la herramienta más fundamental para el futuro. En ese sentido seguimos viendo esto como una versión muy reducida de lo que es la cultura, el arte, las industrias creativas. Todo tiene que replantearse y debe existir la voluntad de que vaya más allá de intereses políticos o privados. Siempre que no se pueda distanciar la política de estos intereses tan arraigados en el día a día de la vida cultural de México, no habrá un cambio porque no se tendrán posibilidades de planear a largo plazo, tampoco habrá garantías ni continuidad. Si tienes suerte, en un sexenio podrás concluir algo y la siguiente administración lo destruirá porque no le pertenece. Hay muchas limitantes en el modelo político en México y que no es nada nuevo, no es particular de un sexenio, llevamos así demasiado tiempo. Por eso es tan difícil ir a un proyecto como la Escuela Nacional de Artes que tenemos, con instalaciones increíbles y situaciones tan precarias al mismo tiempo.Sobre el tema de la participación de la iniciativa privada en la cultura, el bailarín señala que ésta “necesita ciertos incentivos. Hay muchos ejemplos en el mundo. La iniciativa privada puede argumentar: yo estoy generando empleos, produciendo esta cantidad de productos, ofrezco esta infraestructura para el país, tengo fundaciones y museos, ya estoy haciendo parte del acceso que le toca a un Gobierno. Eso pasó en Inglaterra. ¿Hasta dónde llega mi participación y hasta dónde entra tu participación? Esas cosas no están claras. O los proyectos dependen en su totalidad de la voluntad política o, también, en su totalidad, de cierta voluntad independiente que tampoco es participativa porque no es accesible para todo. Allí entra la propia carrera y lo difícil que es consolidar una marca o proyecto”.A lo anterior agrega: “Yo de lo que soy partidario es de que el Gobierno funja como un facilitador para incentivar la iniciativa privada y responsabilizar a los creadores de poder sacar adelante sus proyectos. Mi modelo favorito es el británico porque el Gobierno provee 30% del financiamiento que garantiza los salarios de una compañía como el English National Ballet. Y éste tiene la responsabilidad de hacer trabajo social con ese dinero que recibe del erario, pero también la responsabilidad de vender cierta cantidad de boletos al año para sostenerse como empresa creativa y comisionar nuevos trabajos, apostarles a nuevos creadores. Otro tanto del presupuesto de la compañía le corresponde a los individuos que quieren que esa compañía siga adelante, los patrocinadores individuales. A ellos se les incentiva a través de créditos fiscales, de una ley fiscal en el Reino Unido que es muy importante para crear la cultura de una responsabilidad compartida”.