Viernes, 22 de Noviembre 2024

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Camila 

Por: Gabriela Aguilar

Camila 

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Secuestro. Feminicidio. Linchamiento. Violencia a diestra y siniestra. Nuestro país tiene un largo y lamentable historial de feminicidios -la mayoría impunes-, así como de linchamientos -impunes también-, pero cuando uno se encadena con el otro en un mismo caso es el resultado del vacío que dejan las autoridades para que las comunidades ejerzan lo que consideran justicia.
El feminicidio de Camila Gómez, la pequeña de ocho años que la semana pasada conmocionó al país, puso el reflector sobre los errores que las autoridades cometieron.

La narrativa de este feminicidio y el linchamiento de los responsables duró poco más de 24 horas -protestas y bloqueos incluidos-, pero los efectos en el tejido social de Taxco, Guerrero, van a quedarse para siempre. Apenas si se publicaba la ficha de búsqueda de Camila el pasado 27 de marzo, cuando se reportó la desaparición de la niña en casa de Ana Rosa, su vecina, cuando supimos horas más tarde que fue encontrada, lamentablemente sin vida, y que la comunidad no iba a pasarlo por alto.

Sabemos que fue la madre de la pequeña quien puso manos a la obra para recaudar la información de las cámaras de vigilancia de los vecinos y evidenciar que Camila sí entró a casa de Ana Rosa y que salió como un objeto cualquiera en una bolsa negra para ser abandonada a las afueras de Taxco. Sabemos que la familia de Camila tuvo que peregrinar de Taxco a Iguala para poder denunciar la desaparición de la niña porque en su municipio no obtuvo respuesta. 

Imágenes para captar los últimos momentos de Camila, pocas; ángulos para apreciar cómo una turba hacía justicia en Taxco, la tarde del 28 de marzo, muchos. Pocas, muy pocas veces, se da un caso de feminicidio con un culpable capturado. En esta ocasión eso fue posible sólo porque la población no permitió que se convirtieran en prófugos, pero todo pudo suceder de otra manera: quizá si la impunidad no hubiera llevado al hartazgo a una comunidad estas líneas serían otras, pero no es así. 

Nada, absolutamente nada de lo que las autoridades hagan a partir de ahora y traten de corregir los errores cometidos podrán reparar el daño. Camila y su familia no encontrarán justicia o tranquilidad ni aún con los feminicidas capturados o muertos. Luego de la desgarradora despedida para la pequeña viene la reconstrucción de una familia que nunca volverá a ser lo que fue. 

Aunque siempre son indignantes, no todos los casos de feminicidio de menores generan el mismo efecto en las comunidades. No sucedió con Brisa García, la pequeña de ocho años que fue raptada y abusada por uno de sus vecinos en Ixtlahuacán de los Membrillos, Jalisco, en 2017; fue encontrada sin vida cuatro días después de la denuncia de desaparición a sólo un par de casas de donde ella vivía. Tampoco el feminicidio de Fátima Quintana, en febrero de 2015, ni siquiera por la brutalidad con la que la niña de 12 años fue abusada y torturada por tres sujetos -uno de ellos menor de edad- en la comunidad de Lerma, en el Estado de México, se volcó en la búsqueda de justicia para la pequeña. 

Estos son sólo botones de muestra en donde ninguna acción fue suficiente y jamás se podrá reparar el daño. Las mujeres no deberían atravesar por abusos como estos, mucho menos las niñas y adolescentes, pero sucede porque el feminicidio es uno de los delitos con mayor impunidad. Tan sólo en México entre 2015 y 2023 se identificaron dos mil 381 homicidios dolosos a mujeres menores, de ellos 745 se tipificaron como feminicidio de acuerdo al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). 

Esta historia atroz todavía no termina, se ha cuestionado la responsabilidad de la madre de Camila por dejarla ir sola a casa de Ana Rosa y por si fuera poco ahora toca encontrar a los responsables del linchamiento, pues en un momento de furia una comunidad se convirtió en homicida; ejemplo de que la violencia crea más problemas sociales de los que resuelve y posiblemente la impunidad que tanto reclamaba la comunidad de Taxco también se haga presente, porque tanto la acción ciudadana como la omisión de las autoridades implican responsabilidad. ¿Asumirán la parte que les toca?

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