Viernes, 26 de Abril 2024

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Centros de exterminio y necropolítica en Jalisco. II

Por: Rubén Martín

Centros de exterminio y necropolítica en Jalisco. II

Centros de exterminio y necropolítica en Jalisco. II

El horror y la barbarie con la que se despliega la guerra en Jalisco no para de sorprendernos y atemorizarnos. Pensamos ingenuamente que la aparición de una fosa clandestina en La Barca en 2013 con 75 cuerpos era una anormalidad y una excepción, sin imaginar que se trataba del inicio de un periodo de violencia organizada que se multiplicaría hasta los niveles que tenemos hoy en México y especialmente en Jalisco.

El lunes se dio a conocer que fueron 131 cuerpos encontrados en la fosa clandestina en la Colonia Los Sabinos, en El Salto, lo cual la convierte en uno de los centros de enterramiento clandestino más grande de Jalisco y del país. La muerte ha escogido a El Salto como uno de sus sitios preferidos. En lo que va del año se han encontrado tres fosas clandestinas con un total de 188 cadáveres. 

Como si se tratara de una macabra competencia, cada vez se entierran más cuerpos en estos centros clandestinos. En septiembre del año pasado sorprendió el hallazgo de una fosa clandestina en La Primavera, donde se encontraron 119 cuerpos.

En mayo del año pasado, se denunciaron y descubrieron al menos dos “casas de seguridad” en las colonias El Periodista, de Guadalajara, y otra en El Campanario, de Zapopan. Tras escapar por su cuenta, unas personas que estuvieron privadas de la libertad en la Colonia El Periodista denunciaron que estaban retenidas en una “casa de seguridad”. Tras el descubrimiento se liberaron a 21 personas, pero al mismo tiempo se descubrió que al interior de las fincas había cuerpos ilegalmente enterrados: dos en la primera y 30 en la segunda.

A raíz de estos hechos de mayo pasado, escribí una primera columna que llamé “Centros de exterminio y necropolítica en Jalisco”. Ahora, a raíz de las nuevas fosas descubiertas y la magnitud de las cifras que albergan, me parece pertinente hablar de nuevo de los centros de exterminio y de la necropolítica en Jalisco.

A partir del lenguaje que probablemente venga del mundo criminal y policiaco, en el periodismo se adoptó el nombre de “casas de seguridad” para identificar esas fincas o terrenos donde se encontraban personas desaparecidas y enterramientos ilegales.

Desde hace dos años insisto en que es equivocado nombrar así a esos lugares y que deberíamos llamarlos centros de exterminio. Como escribí en mayo de 2019, esas casas sirven de cuarteles de los grupos que provocan la violencia organizada, los que deciden las desapariciones masivas y los enterramientos masivos. Se trata de verdaderos centros de exterminio que pasan a formar parte de una industrialización de la muerte necesaria para las empresas dedicadas a los grandes negocios del capitalismo ilegal.

No es ocioso pensar en cómo nombramos las cosas. La guerra que estamos viviendo es de una magnitud que muchas veces se minimiza o se encubre al no llamarla por su nombre.

El sitio internet del Museo del Holocausto de Washington define así los centros de exterminio: “Los campos nazis de exterminio cumplieron la función exclusiva del asesinato en masa. A diferencia de los campos de concentración, que servían primariamente como centros de detención y trabajo, los campos de exterminio eran casi exclusivamente ‘fabricas de muerte’. Más de tres millones de judíos fueron asesinados en los campos de exterminio, con gas y fusilamiento” (https://bit.ly/2JKRMww). 

Con las proporciones guardadas, esto es lo que ocurre en Jalisco con la multiplicación de los centros de exterminio donde se cometen “asesinatos en masa”. Ya no son las ejecuciones entre simples sicarios o vendedores de drogas. Se trata de centros logísticos de operación de la muerte que sirven a un propósito: a la cadena de acumulación de capital que está detrás de los grandes negocios de la droga y de la muerte. 

Al pensar en los centros de exterminio, podemos ubicarlos como una parte de las distintas áreas que requiere una empresa como el narcotráfico: producción, distribución de droga, y al mismo tiempo compra de armamentos, entrenamiento de sicarios y áreas dedicadas exclusivamente al asesinato de enemigos o inocentes, pero cuyas muertes sirven al mismo tiempo como propósito de exhibición del poder de matar, del poder de decidir sobre la vida y la muerte de los otros. No es sólo el poder de matar y asesinar, sino las muertes que sirven a cadenas económicas y dinámicas de acumulación de capital, así sean ilegales. Es lo que el filósofo camerunés Achille Mbembe llama la necropolítica. 

Y esto es lo que estamos viviendo de manera alarmante en los últimos años en Jalisco y que los distintos gobiernos no son capaces de detener. Sin una respuesta organizada desde la sociedad, seguiremos padeciendo esta guerra que nos horroriza y nos paraliza. 

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