A las puertas de su casa, asesinaron a la alcaldesa de Tepalcatepec, Martha Laura Mendoza, y a su esposo. Les dispararon cuando iban saliendo, solos, sin escoltas. Se sentían seguros, a pesar de que hace apenas unos días un comando del Cártel Jalisco Nueva Generación intentó tomar la cabecera municipal. El enfrentamiento a balazos entre la policía municipal y el grupo CJNG fue bestial. La policía resistió y, gracias al apoyo de la Guardia Nacional y del Ejército, lograron contener el ataque. Curiosamente, no se reportaron muertos o heridos en el enfrentamiento, algo poco creíble pero que confirma la tradición de esta zona del país, donde los delitos no se reportan ni se contabilizan. Unos días después, la alcaldesa pagó con su vida la osadía.Hay dos elementos a pensar de lo que hay detrás de este asesinato. El primero tiene que ver con la zona geográfica donde ocurrió. El segundo, y sin duda más delicado, es la debilidad institucional de los alcaldes frente al crimen organizado.Tepalcatepec es un municipio en la Sierra del Tigre colindante con los municipios jaliscienses de Jilotlán y Quitupan. De ahí son los fundadores de lo que fue el Cártel de Colima y los del Jalisco Nueva Generación. Es una zona con larga historia en materia de crimen organizado y muy importante en términos de la actividad criminal. Si los de Jalisco lo disputan, es por la importancia que tiene en la conectividad de la zona de la sierra y el control de la franja que está en medio de los dos grandes puertos del Pacífico: Manzanillo y Lázaro Cárdenas.El segundo elemento es la debilidad institucional de los municipios y, por tanto, de los presidentes municipales. No hay manera de que un alcalde pueda hoy hacer frente a un grupo del crimen organizado. Aquel que no cumpla los designios del jefe de plaza está en problemas. Ayer fue la alcaldesa de Tepalcatepec. La semana pasada, Gema García Soto, alcaldesa de San Mateo Piña, en Oaxaca. Una semana antes, Salvador Bastida, alcalde de Tacámbaro, también en Michoacán, y cinco alcaldes más en todo el país en los últimos meses.El asesinato de ocho alcaldes en funciones en menos de un año y la falta de respuesta de las autoridades estatales y federales son la muestra fehaciente de la pérdida de control del territorio por parte del Estado mexicano. La respuesta ha sido básicamente la misma en todos los casos: un lamento de la presidenta en la Mañanera y poco más. Mientras el crimen organizado sigue ganando territorios, el Estado está pasmado. Los municipios y, por tanto, sus alcaldes, particularmente los que están lejos de los reflectores de los centros urbanos, son hoy el eslabón más débil de una arquitectura institucional en zancos.diego.petersen@informador.com.mx