Jueves, 25 de Abril 2024

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Justicia chueca

Por: Diego Petersen

Justicia chueca

Justicia chueca

A José Noriel Portillo Gil le decían “El Chueco”. Un personaje violento que trabajaba para el grupo de Sinaloa y tenía el control de la zona de la Tarahumara en Chihuahua. Se hizo famoso por el brutal asesinato de dos jesuitas que trabajaban en la misión, Javier Campos y Joaquín Mora, y un guía de turistas, Pedro Eliodoro Palma, en junio de 2022. Durante nueve meses los gobiernos de Chihuahua, Sinaloa y el Gobierno federal no pudieron detenerlo para llevarlo a la justicia. El sábado alguien, nadie sabe quién, se “les adelantó” y lo mató para acabar con el problema. Tenía varios balazos en el cuerpo y un tiro de gracia en la cabeza.

El final de la historia deja en claro que ni los gobiernos estatales, ni el Ejército, ni la Guardia Nacional, ni la Fiscalía General de la República fueron capaces de hacer justicia en un caso que, se suponía, era prioridad nacional por su visibilidad y sensibilidad social. En el inter detuvieron a 32 personas presuntamente delincuentes de la banda de “El Chueco”; ninguno de ellos responsable por lo ocurrido aquella noche. “La justicia”, si es que se le puede llamar así a un asesinato más, la hicieron otros, los que mandan en la zona. Ni a la gobernadora de Chihuahua, Maru Campos, ni al fiscal Gertz Manero, ni al Presidente López Obrador parece preocuparles gran cosa que sea otro quien decida en ese territorio, otro el que haga una justicia chueca.

La justicia chueca en el caso de los jesuitas asesinados en la Tarahumara coincide fatalmente en el tiempo con la declaración del secretario de Estado del vecino del norte, Antony Blinken, quien, ante la pregunta del senador Graham sobre si consideraba que parte de México estaba en control del crimen organizado y no del Gobierno, contestó: “Creo que es justo decir que sí”. Por supuesto que el Departamento de Estado no está descubriendo el agua tibia. No necesitan decirnos lo que ya sabemos, el problema es que los gobiernos de todos los niveles en México siguen sin hacerse cargo de aquello que no sólo es su responsabilidad sino su primera razón de ser como Estado: brindarnos seguridad y administrar la justicia.

Las pataletas y rabietas del Presidente en la mañanera sirven para que la tribuna aplauda, pero no para resolver el problema. El Estado mexicano tiene que recuperar el control de su territorio no para darle gusto a los gringos sino para darnos paz y justicia a los mexicanos. Para eso los elegimos, para eso les dimos el poder, para eso están ahí.

diego.petersen@informador.com.mx

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