Viernes, 22 de Noviembre 2024

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GDLuz 2024

Por: Armando González Escoto

GDLuz 2024

GDLuz 2024

Celebrar el aniversario de la fundación de la ciudad ha sido siempre una apuesta importante pero no siempre sabemos a qué. ¿A hacer un festejo deslumbrante y popular so pretexto de dicha fundación? ¿Una apuesta a conservar y transmitir la identidad tapatía? ¿Una apuesta a fortalecer el compromiso ciudadano en favor de la comunidad? ¿Un momento de análisis y reflexión acerca de los problemas que afectan a la urbe y las maneras de afrontarlos?

La primera opción resulta la más fácil, aunque no la más barata, sin duda la de menos trascendencia, y si alguien piensa que tal festejo producirá por sí mismo todas las demás opciones, tendría que demostrarlo, porque de festejar a la ciudad tenemos ya casi cien años y del 450 para acá pareciera que todo se ha banalizado y disipado con mayor prontitud que el humo de los cohetes y el ruido que producen. Deberíamos detenernos a reflexionar siquiera un poco en el modo en que muchos de los eventos que se tienen con este motivo se han ido deteriorando hasta perder las razones por las cuales surgieron.

Guadalajara tiene muchos retos que afrontar de toda índole, el primero es la pérdida de identidad que se advierte sobre todo en la población joven de todos los sectores y niveles a quienes el origen, desarrollo y valor de la cultura tapatía les tiene sin cuidado, ellos viven felices en una aldea global carente de raíces y de proyectos de futuro, el festejo podrá divertirlos, pero no les enseña nada ni los compromete a nada, migrarán en cuanto puedan si no es que lo han hecho ya en su mente y corazón, y como muchos papás se medio mataron para que sus hijos se fueran a estudiar al extranjero, pues muchos allá se quedan y si vuelven es con la actitud de menospreciar lo que es esta ciudad, comparada con las que conocieron.

Esta ausencia de identidad conlleva una profunda ausencia de ciudadanía, se vive aquí como podría hacerse en cualquier lado, se usa y se abusa de la ciudad como si hubiese dejado de ser un ser vivo, se le maltrata y se le deforma porque de ella sólo se esperan servicios a cambio de pagos.

El sector público hace también lo suyo y así, legaliza y sostiene ese abuso lamentable de tener gobiernos municipales de dos años, con uno tercero perdido en que el alcalde suplente hace lo que puede sin mucho esforzarse, a fin de cuentas ¿para qué? Las leyes deben reformarse para obligar a los alcaldes a cumplir el mandato que reciben por el tiempo estipulado, o modificarse el tiempo que duran los alcaldes para que éste sea de seis años y asegurar así que por lo menos durante cinco la ciudad tendrá un gobierno estable. Esta mala práctica es una de las explicaciones más evidentes del estancamiento de la ciudad y de su abandono, y sobre todo un ejemplo vivo de cómo a muchos políticos no les importa el servicio que prestan sino el siguiente cargo al que aspiran, en este caso, a expensas de la ciudad.

Guadalajara necesita alcaldes de a pie, que la caminen por colonias y barrios sin el boato de las comitivas y la anticipación que lleva a disfrazar la realidad para que la autoridad se lleve una buena imagen. Que la caminen, la observen y la huelan, porque si en el mismo primer perímetro del Centro Histórico la situación es tan deplorable ¡cómo estará en otros espacios! Dense una vuelta caminando, del Ayuntamiento al barrio de Analco, o al del Alacrán, o al Retiro, y pregúntense ¿pues quién se encarga de que la ciudad funcione?
 

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