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Hablemos del reclutamiento forzado (y voluntario)

Hablemos del reclutamiento forzado (y voluntario)
¿Bastan ocho mil pesos al mes y un mensaje en redes sociales para que un joven se enrole en una “escuela del cártel”?
Los mensajes abundan en las distintas plataformas. En septiembre del año pasado, días después del aseguramiento del rancho Izaguirre, en Teuchitlán, escribí la columna “Así recluta el cártel”.
En aquel momento ubiqué dos grupos abiertos en Facebook con alrededor de mil 500 miembros en donde ofrecían trabajo en un grupo criminal.
Seis meses después hice una nueva búsqueda en otras redes como TikTok. Poco o nada ha cambiado.
Hay dos tipos de reclutamiento.
El primero se basa en engaños con promesas de empleo como guardia de seguridad, escolta, encuestador, operador de call center o volantero.
Si la víctima es de otra Entidad, le pagan el traslado a alguna de las centrales de autobuses de la Zona Metropolitana de Guadalajara.
El año pasado, colectivos identificaron 64 casos de jóvenes desaparecidos y vistos por última vez en una terminal de transporte de la metrópoli.
El 23 de septiembre de 2024, justo el día que publiqué la columna aludida, desapareció Diego Eduardo Sánchez Reynoso, de 19 años, visto por última vez en la Central Nueva de Tlaquepaque.
La otra modalidad es el “reclutamiento voluntario”.
Hay que expresarlo con toda la indeterminación y dificultad para nombrar como “voluntario” un acto en donde un joven, generalmente sumergido en la pobreza, sin oportunidades y en un contexto de violencia, pide “jalar” para el cártel.
Nos faltan conceptos para nombrar este acto. Hay que caracterizarlo, enraizar su verdadera naturaleza contradictoria. Aquí la academia tiene la misión (y obligación) de inventar un nuevo lenguaje.
¿Cómo sería “voluntaria” una decisión que va del abandono del Estado al sometimiento del estado de terror del narco?
Hasta ahora, el discurso político ha monopolizado la designación de esta realidad.
En la pasada gestión, el ex gobernador Enrique Alfaro negó el problema y lo llamó “ausencia voluntaria” cuando un joven se reclutaba en las filas del crimen.
El caso de Kevin Ulises y su prima Janetzy ejemplifica este fenómeno. Los jóvenes fueron reclutados al parecer “voluntariamente” por el crimen. Tras su localización, la familia no volvió a hablar pese a su intenso activismo con protestas en Casa Jalisco. La Fiscalía los boletinó como un caso de éxito.
La anterior administración presumió más de 17 mil personas localizadas en el sexenio.
¿Cuántas fueron “ausencias voluntarias” de este tipo a las que se les dio carpetazo?
Aquí hay una línea de investigación para enunciar y medir un problema que, según registros hemerográficos, se intensificó a partir de 2020. Hoy carecemos de estudios o aproximaciones.
Hablemos del reclutamiento forzado (y voluntario).
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