Una pregunta que constantemente se hace la gente es: ¿Qué se necesita para generar riqueza? La respuesta la podemos encontrar al revisar la historia, que nos ofrece claros ejemplos de que los momentos de mayor prosperidad se relacionan directamente con las libertades económicas y la solidez de las instituciones que las propician. Veamos.Mercantilismo vs. libertadEn el siglo XVI surgieron dos modelos de desarrollo diferentes y opuestos: el mercantilismo en España y una economía abierta y competitiva que adoptaron los Países Bajos.El mercantilismo promovió una interminable lista de reglas que limitaban la actividad económica, además de impuestos para proteger a los productores de la competencia extranjera y la prohibición de exportar metales preciosos. Este modelo tuvo consecuencias desastrosas en el bienestar de los españoles, por lo que ese país llegó al Siglo XX en la más profunda pobreza, que sólo se resolvió al adoptar un modelo de economía abierta.En contraste, los Países Bajos, con escasez de recursos naturales y con una economía dependiente del comercio internacional, se dedicaron a importar materias primas, sin impuestos, y a transformarlas en productos terminados para ser exportados. Este fue el caso de la compra de lana de Inglaterra y la venta al exterior de prendas de tela. Con ello se desarrollaron diversas industrias que compitieron exitosamente a nivel global.También se beneficiaron de la migración, al permitir la entrada de trabajadores calificados, entre ellos judíos de España y Portugal y protestantes de Francia, que agregaron valor y encontraron plena tolerancia religiosa. En ese entorno de libertades, esta región del mundo logró una prosperidad envidiable y niveles de bienestar superiores al resto de Europa.El entorno legal que construyó la modernidadEl progreso que trajo la Revolución Industrial en la Gran Bretaña, fue posible gracias a leyes favorables para la creación de riqueza y un factor fundamental fue la “Common Law” británica (o derecho inglés), que protegió la propiedad privada frente a los intereses de la Corona.Por otra parte, los Códigos Napoleónicos de principios del siglo XIX defendieron la igualdad de las personas ante la ley, el estado laico, autorizaron el cobro de intereses en los créditos y dieron lugar a la sociedad anónima.En un ambiente similar de libertades, derivado de su Declaración de Independencia, EU también experimentó un extraordinario crecimiento económico a partir el siglo XIX.En resumen: la libertad es el fundamento de la prosperidadNo debemos olvidar el notable caso de destrucción de valor en la Unión Soviética, que sustituyó el mercado por planes centrales en los que la burocracia determinó cómo resolver los problemas de la producción, distribución y consumo. La planeación central se realizó sin importar los costos y beneficios de los proyectos, su rentabilidad, ni las preferencias de los consumidores o los intereses de los trabajadores.Cuando Mikhail Gorbachev tomó las riendas del país en 1985, la economía se encontraba en una profunda recesión, con un grave atraso tecnológico, lo que constituyó uno de los factores que propiciaron el colapso de la URSS en 1991.Como vemos a través de la historia, es clara la relación entre libertad económica, las leyes que la impulsan, el progreso de los países y el bienestar de su población: la innovación es hija de la libertad, especialmente en los momentos más adversos de la historia. Recomiendo una lectura muy interesante para profundizar en este tema: “A concise economic history of the world”.La enorme y creciente prosperidad que la humanidad ha vivido en los últimos 300 años es producto de la constante innovación, que a su vez es impulsada por la libre competencia. De manera que: libertad, innovación y competencia es la fórmula de la prosperidad. Hoy más que nunca es fundamental tomar esto en cuenta.