Viernes, 26 de Abril 2024

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Las reglas del juego global

Por: Luis Ernesto Salomón

Las reglas del juego global

Las reglas del juego global

Todos estamos dentro del juego sin nuestra voluntad. Da igual si hacemos algo para participar como si no hacemos nada. El juego continúa a pesar de todo, y si nos retiramos no cambia nada. Las reglas del juego que antes se definían en cada nación de forma “autónoma”  mediante las normas jurídicas, mediante el miedo y la coacción, ahora se implantan por encima de los países mediante modelos de vida enfocados al placer y la experiencia. Para Günter Anders esto implicaba una suerte de obsolescencia del hombre, pero aun sin ser pesimistas es claro que la aplicación de estas nuevas reglas globales oprime a la persona.

Las nuevas reglas del juego se expresan mediante aspiraciones inducidas por las comunicaciones en el mercado, por encima de las decisiones locales. En el mundo, somos inducidos a querer algo, a adquirir algo, a experimentar algo y a sentir algo que nos es definido desde fuera y que en mayor o menor medida asumimos como regla. Independientemente de que vivamos en Matanzas Cuba o en Londres. Así queremos tomar vacaciones, visitar algún sitio, comer algún platillo o adquirir una prenda y esos deseos son cada vez más parecidos en todo el globo. Si no lo hacemos nos sentimos fuera, no somos exitosos. El éxito es la nueva obligación de nuestro tiempo.

Pertenecemos a un sistema que nos asimila mediante el trabajo, el dinero, el consumo y las reglas del derecho que delinean formas específicas de reglas globales en materia financiera, tecnológica y política. Las personas podemos ver en dispositivos las formas de vida y consumo y aspiramos continuamente a ellas, independientemente de dónde estemos, las aspiraciones son constantes expuestas en campañas globales que nos inducen a usar un teléfono, viajar, hablar o venir de determinada forma que implica que estamos dentro del juego. Teóricamente el seguir en el juego nos permite ser libres, pero en realidad lo que tenemos son libertades de elección entre algunas pocas opciones. Elegimos entre ciertas prendas de moda, entre ciertos sitios a los que muchos aspiran visitar, a consumir las mercancías más promocionadas. En la política elegimos entre algunas opciones pre elaboradas que se promocionan como artículos de consumo.

Cuando muchos se dan cuenta de que la supuesta libertad es solamente un espacio limitado por la técnica, la mercadotecnia y la inducción provocada por algunos grupos, ha aparecido una sensación de desesperanza que nos acerca a la imagen de la desdicha generando resentimiento, enojo, ira. Esta inconformidad se ha expresado de diversas formas: agitación social, exigencia de mayores salarios, cambios políticos y exige que ante la fragilidad y la incertidumbre el estado cree mejores mecanismos de protección. Ahora mismo se discute en California la introducción de la semana laboral de cuatro días y en el mundo se debate sobre el futuro de las pensiones y los sistemas de salud tienden a expandirse para brindar mayor protección a los más necesitados.

Es una ira que exige resultados tangibles y reacciona furiosa ante los privilegios ancestrales, los títulos nobiliarios o el destino brillante de los grandes herederos. Es una reacción que como señala Sygmund Bauman no está dispuesta a hacer un sacrificio ahora para tener un futuro mejor, sino que exige que el resultado se de en el presente. Que para muchos, y sobre todo los más jóvenes, es el único tiempo que existe.
Esa ira es la que impulsó los movimientos sociales de los chalecos amarillos en Paris y la que desencadenó el triunfo de Trump en Estados Unidos, la emergencia aquí del proyecto político del Presidente López Obrador y es a lo que se enfrentan naciones que tienen elecciones en puerta como Francia, Colombia o Brasil. Más allá de los aspectos ideológicos lo que domina el espectro es esa inconformidad más o menos inconsciente por la presión que genera el juego que jugamos en el que tenemos expectativas muy superiores a los logros alcanzables. Y al mismo tiempo crece la sensación de aquella autoridad omnipresente que domina la comunicación y la mente de las personas que inspiró a George Orwell. El Ministerio de la Verdad que se relataba en la obra 1984 está más cerca de lo que pensamos, solo habrá que echar una mirada a lo que sucede ahora mismo en Rusia y China.

De la forma como se encauce la ira provocada por el miedo a ser excluido del juego y caer en la ignominia de no ser reconocido o de la miseria insoportable, dependerá el futuro político y económico de las naciones que se enfrentan al reto de ofrecer soluciones más allá de las ideologías del siglo XX.

luisernestosalomon@gmail.com

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