Sábado, 21 de Junio 2025

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Pacificar en 45 días lo que arde desde hace décadas

Por: Isaack de Loza

Pacificar en 45 días lo que arde desde hace décadas

Pacificar en 45 días lo que arde desde hace décadas

En una tierra donde el sonido de los disparos ha sustituido a las risas de las infancias y donde el miedo ya es rutina, la promesa que hizo esta semana el gobernador Pablo Lemus de pacificar Teocaltiche en mes y medio parece más bien una declaración de buenas intenciones que una estrategia concreta.

No hay una mala intención en estas letras. Es, en todo caso, escepticismo. Y me explico:

Desde que la inseguridad ha rebasado al Estado -una jornada coordinada de bloqueos en tres Entidades, el asesinato de dos madres buscadoras y el de un comisario de Seguridad lo demuestran-, garantizar que es posible pacificar una zona de alto impacto suena bien, aunque en la práctica no se haya logrado nunca.

Previo al arranque de lo que todos en Morena llaman la Cuarta Transformación, el primer secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, se comprometió públicamente a reducir los asesinatos en México entre 30 y 50% en tres años. Todavía no asumía el cargo y abrir la boca siempre ha sido lo más sencillo para el político promedio. Hoy, Durazo es gobernador de Sonora y de su compromiso con el país únicamente queda el recuerdo.

Por eso, que Pablo Lemus se atreva a fechar en mes y medio el regreso a la calma para quienes viven en esa localidad es uno de sus compromisos más osados y riesgosos. Y lo es porque la huella de la delincuencia organizada no únicamente está plasmada en Teocaltiche, sino en los 125 municipios que gobierna.

Jalisco arde, y luego de un sexenio en el que eso se ignoró por completo tanto a escala local como federal, que al fin se reconozca que esa es nuestra realidad ya es un avance. Ahora queda lo más complicado: demostrar que el Estado tiene la capacidad técnica, operativa y, sobre todo, la inteligencia necesaria para encarar y derrotar al crimen organizado.

Ni Teocaltiche ni Villa Hidalgo son nuevos en la agenda de inseguridad. Pero la Región Altos Norte tiene una estampa distinta, ya que ha quedado atrapada entre el fuego cruzado del Cártel Nueva Generación y el de Sinaloa, con estructuras comunitarias debilitadas, economías infiltradas por el narco y una población que ha aprendido a tolerar lo innombrable.

Así que decir que pacificará Teocaltiche en 45 días es como si el doctor Lemus incluyera únicamente paracetamol y voluntad en su prescripción médica para el cáncer.

El problema no es que el góber quiera intervenir -eso siempre será necesario-, sino que el planteamiento suena más a golpe de efecto mediático que a política pública real. El mes y medio es un tiempo útil para una gira de medios, para decir que el Gobierno está presente, para dar la imagen de que se hace algo. ¿Pero qué se puede cambiar en 45 días en una región con décadas de penetración criminal, con desplazamientos forzados, con una Guardia Nacional que va y viene, y con una Policía Estatal que, sí o sí, requiere de las Fuerzas Armadas al lado para mantener su presencia en el sitio?

Hasta ahora, lo que se ha presumido son golpes relámpago, aseguramiento de redes de videovigilancia, de un rancho lujoso en donde incluso hay palmeras, agua potable, pasto verde y animales exóticos. El paracetamol, pues.

Las declaraciones y anuncios de coordinación son buenos, pues antes no los había. Es más, los que gobernaban siempre tuvieron otros datos. Pero pacificar no es ir y tomarse la foto con los policías y los militares al lado; es garantizar que la gente pueda volver a dormir sin sobresaltos, que las infancias puedan salir a las calles sin miedo, que los negocios funcionen sin pagar cuotas y que los colectivos de familias de búsqueda no existan más.

Ahí está el meollo: el gobernador ha puesto el listón muy alto en una zona donde el Estado históricamente ha quedado muy abajo. Si en mes y medio no cambia sustancialmente la situación -y eso implica reducir la violencia, recuperar lo que ellos pomposamente llaman “tejido social”, garantizar servicios y reconstruir la confianza-, entonces el anuncio se convertirá en un búmeran político.

Peor aún: puede trivializar la gravedad de lo que ahí ocurre.

En su afán por distinguirse del pasado, Lemus necesita evitar la tentación de los plazos artificiales. El crimen organizado no se desactiva como si fuera una cuenta de Netflix. Se desarma, se desmantela, se sustituye. Y eso toma tiempo, recursos y, sobre todo, presencia institucional sostenida.

No es Teocaltiche, es Jalisco entero. Y Jalisco entero no necesita más cierrafilismo o anuncios de relumbrón, le urge una estrategia política de alto calado que aguante más que un sexenio.

isaac.deloza@informador.com.mx

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