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Revivir Pueblo Quieto al estilo Río Santiago

Por: Isaack de Loza

Revivir Pueblo Quieto al estilo Río Santiago

Revivir Pueblo Quieto al estilo Río Santiago

Si algo puede salir mal, saldrá mal. Y la Ley de Murphy no se equivoca. 

Si abriste la boca para garantizar que aquellos males que siempre han aquejado a tu gente ya no ocurrirán, ¿qué crees?, se van a repetir… y con ganas adicionales para desestabilizarte el proyecto, que igual y a este punto ya no te interesa defender a capa y espada.

Aunque te llenes de enojo, ansiedad y desilusión porque tus gobernados no sabrán lo que tienen hasta que lo vean perdido, la realidad es innegable: en el escenario más positivo que te pinten quienes te adoran desde la nómina, te quedaste a medias.

Y si le echamos ganitas y atendemos a las portadas de los medios que te gusta consumir en el desayuno porque ya pagaste por cada letra en esos titulares, no lo dudes: eres un éxito… aunque esas porras se escriban más para inflarte el ego que para impactar a la audiencia. ¡Enhorabuena!

Nadie duda que tu intención de arranque fue buena, que tu afán de cambio era legítimo y que en cada mención a temas que no te tocaban, pero al final asumiste como propios, luchaste por llenarte de aplausos y elogios… pero no, no te salió.

Aunque, espérate. Si algo nos ha enseñado esa bella utopía que llamamos democracia es que así ha sido, así es y así será. Que la naturaleza del político es hablar y hablar y hablar. Tanto, que en cierto momento terminas por creértelo… aunque la gente sepa de sobra a qué se dedica la estirpe de la que formas parte: a llenar de diamantes el discurso y entregar carbones como logros de Gobierno.

Así sucedió con las inundaciones, con el Río Santiago, con la contención de la inseguridad, con la mejora en la calidad del aire, con la entrega de agua limpia e incolora, con el mejoramiento del transporte público y, si recuerdas, hasta con el ordenamiento de tus ciudades, esas que hoy se secan cuando el Sol quema y se ahogan cuando la primera nube gris se asoma.

Ni modo. Vender humo es tu poesía y, como Arreola dijo hace tiempo, eso es lo que legitima nuestra condición de hombres. Sea en palabras, sea en artes plásticas, sea en actitudes humanas. La poesía, tu poesía, es la posibilidad de ser del hombre: tu posibilidad de crear.

Por eso es sumamente triste que tu discurso y la realidad colisionen, porque el impacto de lo que existe por encima de lo que dices y compras en campañas mediáticas es abrumadoramente desigual. Tu gasto no se nota y miles de peces en el borde del Río Santiago demuestran que esos cuatro mil 600 millones de pesos en saneamiento se quedaron muy lejos de revivirlo.

Claro: ese sí es un tema federal y el Gobierno en turno se hizo a un lado en seis años. No es enteramente tu responsabilidad… aunque sí la asumiste como propia.

Luego están los temas de violencia, los que a nadie le importa a qué autoridad le toque resolver. Esos en donde el impacto es el mismo si abandonan un cuerpo desmembrado afuera de una finca o le roban el teléfono a un trabajador cuando viaja de regreso a casa en el transporte público. ¿Te acuerdas que, en tu ofertómetro, garantizaste que lo ibas a cambiar?

Hoy, la zona de Pueblo Quieto, irónicamente ubicada a unas cuadras de la Glorieta de Las y Los Desaparecidos, ensombrece tus propuestas para restaurar el orden. Ahí lo mismo pueden abandonar a un hombre en una alcantarilla que llevarse por la fuerza a dos mujeres… o sepultar cuerpos en fincas que se construyeron de manera irregular junto a las vías del tren.

El coctel de omisiones de todos los niveles de Gobierno que registra esa zona impresiona y escandaliza. Y ambos temas le estallaron en el rostro esta semana a nuestros flamantes portadores del impuesto colectivo.

Sí, la responsabilidad es compartida, pero en el afán de protagonizar y “poner la muestra” a escala nacional, los que hoy se ufanan de cambiar la historia priorizaron los indicadores por encima de las realidades y, en el ostracismo de la función pública, redujeron a números a las personas que prometieron defender.

Y, en medio del baile de cifras y portadas alegres, le colocaron un sólido sello de indolencia a un sexenio de contaminación y duelo, por un lado, y de refundación y metas cumplidas, por el otro.

isaac.deloza@informador.com.mx
 

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