Si un rasgo solitario y distintivo tuvo el previsible y triunfalista mensaje por el segundo año de gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ese fue que en su discurso del martes pasado no hiciera referencia expresa a los “fifís”, a los “conservadores” o a sus “adversarios” que siempre menciona en sus ruedas de prensa mañaneras.Pero por lo visto eso no bastó para que Alfonso Romo (quien se la pasó los últimos dos años tratando de evitar los encontronazos entre el Presidente y el sector empresarial, e intentando persuadir a su amigo tabasqueño de abandonar la narrativa de confrontación, que al menos logró en la pieza discursiva de antier) cambiara su decisión de abandonar la jefatura de la Oficina de la Presidencia. Aunque el que anunció la salida de Romo fue el propio López Obrador a través de su cuenta en Twitter, donde publicó una foto con su ahora ex colaborador para acompañar un afectuoso texto en el que aseguró que el empresario regio se convirtió en funcionario público “sólo por tratarse de nosotros” y que habían convenido que sería por un periodo de sólo dos años, y que seguirá siendo su principal enlace con el sector privado, lo cierto es que su separación del equipo de AMLO se venía comentando desde hace tiempo por el poco peso que tenía ya en el círculo de decisión del Presidente.Si bien ayer López Obrador también publicó en sus redes que Romo considera, como él, que “lo importante no es el cargo, sino el encargo”, el reconocimiento que le tiene como “hombre independiente, honesto, comprometido con las causas justas” y además “su amigo” del que no olvidará que fue el primer empresario en apoyar el “movimiento de transformación”, en la dinámica diaria del gobierno de la 4T, Romo fue perdiendo influencia en el Presidente a la hora de plantear las agendas y preocupaciones de las cúpulas de la iniciativa privada. En contrapartida, los que fueron ganando más espacios y conquistando las simpatías del Presidente fueron los sectores más radicales de la 4T que insistían en la necesidad de ser firmes y mantener decisiones iniciales como las suspensión de las obras del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (a lo que se oponía Romo), para dar un golpe de mesa que dejara claro que el poder político nunca estaría sometido al poder económico como pasó en el periodo “neoliberal”.Al ver acotado su campo de acción, y su muy reducida capacidad de operación para destrabar la muy enconada relación del Presidente con los organismos empresariales, pese a su buena relación con los magnates que antes integraban la mafia del poder, fue lo que en realidad fue desencantando a Romo de la 4T, hasta que decidió bajarse del barco que deberá atravesar aguas bravas en asuntos económicos, pero que su ex jefe ve viento en popa.jbarrera4r@gmail.com