De todas las ocurrencias de la presidenta Sheinbaum en las mañaneras, ninguna como decir que en el hipotético caso de una invasión estadunidense los mexicanos tenemos el Himno Nacional. Quisiera pensar que fue un chiste fallido, tan fallido que ni ella se dio cuenta que era un chiste.Lo que entendimos es que, en el caso de que el gobierno de Donald Trump osare profanar con sus plantas este suelo mexicano, todos nos convertiremos en soldados, armados con rústicos cañones que harán temblar la tierra de tan viejos y arcaicos. Hasta ahí el absurdo parece divertido, el problema es cuando seguimos a la segunda estrofa del Himno, sangrienta y cruel ("¡Guerra, guerra! Los patrios pendones / en las olas de sangre empapad") o, peor aún, cuando llegamos a la tercera, terriblemente apocalíptica ("Y tus templos, palacios y torres / se derrumben con hórrido estruendo, / y sus ruinas existan diciendo: / de mil héroes la Patria aquí fue"). El Himno es terriblemente violento aún para el siglo XIX en que fue compuesto. ¿Es ese el mensaje que quería mandar la presidente? Supongo que no.Evidentemente nadie está pensando en una guerra, pero sí, y eso es lo que hay que atender del mensaje, en la exacerbación del nacionalismo. El nacionalismo fue un ingrediente esencial en la construcción del régimen de la revolución y el sistema de partido hegemónico en el siglo XX. Aquel fue un nacionalismo cultural, que escogió utilitariamente qué era México y qué no; que exaltó lo que le convenía y borró lo que le estorbaba; que construyó una historia de buenos y malos, de nosotros y los otros. Fue, además, un nacionalismo profundamente centralista que borró identidades regionales para exaltar un solo origen, el de los mexicas y la gran Tenochtitlan, y a la postre una sola vía política, la del PRI.Apelar a un nacionalismo, aun como chiste malo, fundado en la defensa frente al país vecino, es jugar a los Niños Héroes del siglo XXI. Los Héroes de Chapultepec envueltos en la bandera no son sino la metáfora romantizada de una dolorosa derrota. De la misma manera, celebrar los 700 años de la fundación de Tenochtitlan tiene sentido para la Ciudad de México, no para los territorios que nada tienen que ver con esa cultura, menos aún para los que fueron subyugados por un imperio tan violento como cualquier otro.Hacer de nuestro socio comercial más importante un nuevo Masiosare no ayuda a una mejor negociación. Exacerbar el nacionalismo no construye un mejor país, solo un régimen más fuerte. Todo populismo tiene una importante dosis de nacionalismo. Exacerbar el sentimiento nacional es parte esencial de los regímenes que hablan en nombre del pueblo. En la medida que régimen, pueblo, historia y nación son una misma cosa se consolida el poder de quien lo representa, se vuelve unívoco y aniquila la democracia.