Martes, 25 de Marzo 2025

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Solución cosmética o remedio profundo

Por: Augusto Chacón

Solución cosmética o remedio profundo

Solución cosmética o remedio profundo

De Teuchitlán, del horror que sucedió en aquel municipio, se ha dicho que es la oportunidad de Claudia Sheinbaum de fijar un rumbo diferente, eficaz, para la pacificación del país y de terminar con la estrategia de seguridad que comenzaba y terminaba abrazando delincuentes; lo que de paso es otra oportunidad para ella: marcar un contundente yo (ella) en la conducción política, quebrar la mancomunidad que, atribuimos, mantiene con la pesada sombra de su tutor, Andrés Manuel López Obrador. Aunque, como está implicado en este tipo de análisis, el caso representa también amenazas, inversamente proporcionales a las oportunidades que el terror dispuso, una que las abarca a todas: simular que algo cambió, que algo ella entendió.

Lo mismo puede decirse de Pablo Lemus, gobernador de Jalisco: Teuchitlán es su oportunidad de proceder en sentido contrario de Enrique Alfaro para contener y prevenir las violencias, con énfasis en el fenómeno de la desaparición de personas. Quizá sería más certero escribir que enfrentara el caso no únicamente en sentido contrario, sino desde la realidad, las realidades en las que viven las y los jaliscienses, diferentes a la realidad de ensueño que a golpes de voluntad personal se empeñó en modelar su antecesor. Además, la oportunidad de que su relación con la Federación también sea polarmente distinta a la que experimentaron AMLO y Alfaro.

Sospechosamente no se dice lo mismo respecto a Claudia Sheinbaum: que sea su oportunidad para que su interactuar con los gobernadores sea republicana; es el por el tic nervioso del poder político en México: la Presidenta (todos los presidentes) se bastan a sí mismos, su resolución personal es autosuficiente para trastocar las constelaciones políticas, económicas y sociales, a despecho de gobernadores y presidentes municipales, a despecho del Poder Judicial y del Legislativo: la oportunidad de ella está dada por ella misma y por su capacidad de soltar amarras del muelle AMLO, ya si se coordina o no con los Poderes y con los otros órdenes de Gobierno, es irrelevante. En cambio, para un gobernador… dios lo libre de malquistarse con la dueña, literalmente, del erario, de la fuerza pública y, al menos discursivamente, del soporte del pueblo. Desde la manera inercial de entender al poder y a la nación, la oportunidad del gobernador parece ser una: no ser amenaza para la Presidenta.

Sobre lo anterior está soportado el derrotero del caso Teuchitlán. Oportunidad de esclarecerlo sin dejar lugar a las dudas y de dar con la vía para resolver lo que en tantos territorios México se padece igual que allá, o peor. Oportunidad de que semejante tragedia abra la puerta a la verdad que ayude a desmantelar la única coordinación que para la gente es evidente y actuante, que ha resultado devastadora: la que ocurre entre el dominio criminal y una parte del poder político y del económico. Oportunidad, al cabo, de deslindar el bien del mal, de someter a las reglas del Estado de Derecho a quienes las violan sistemáticamente y a quienes usan los cargos públicos para desestimar el valor civilizatorio de esas reglas.

Aunque, por lo observado, por lo escuchado, las amenazas ya quiebran las oportunidades. La amenaza de que el autoritario Gobierno federal maniobre con el objetivo habitual en este régimen y en los previos: demostrar que no tiene responsabilidad moral, tampoco jurídica, menos política, lo que incluye determinar, inapelablemente, a los que sí la tienen. La amenaza de que su fuerza imponga su versión de los hechos y llegar al extremo de negar que en Izaguirre ranch haya sucedido algo más que delitos de poca monta, de los que las autoridades locales no se hicieron cargo. La amenaza de que las víctimas no importen ante lo único que vale la pena poner en el debate público: que la Presidenta y su partido son sistemáticamente las víctimas de perversos a los que, sin nombrar, invoca, como espiritista cuyo triunfo está en que le crean, no en que se materialicen los espantos sobre los que erige su ética, una que la exime de ser empática y de su responsabilidad como mandataria. La amenaza de que el Gobierno local quede arrinconado y deje pasar sus oportunidades, porque donde rige Presidenta no gobiernan razones, la verdad o las necesidades de las personas concretas.

Las oportunidades perdidas frente a la amenaza que siempre se cumple: que sea cual sea el caso, el presidencialismo lo atiende según sus intereses: detentar el poder, que pasa por empuñar la pluma con la que escribe la historia, las historias, y poseer el dinero imprescindible para sostener el poder y comprar lealtades y voceros de esa historia.

Y para la sociedad, el horror reseñado las últimas semanas ¿qué oportunidades y amenazas entraña? Por supuesto, escribir “sociedad” supone una generalización excluyente o sugiere que quien dice “sociedad” tiene la fórmula para dar con la única piedra filosofal de la justicia. No. Lo que está claro, proponemos, es que este quiebre que representan los crímenes en el predio rodeado de cañaverales, podría convocar a la sociedad a poner en el centro a las víctimas, a pesar de la postura oficial, las directas y las indirectas (por ejemplo, el mismo Teuchitlán, en peligro de quedar negativamente marcado), entonces, esa oportunidad aprovechada acarrearía otras: la de pensar y exigir como sociedad, no conformarse con las migajas que caen de la mesa donde unos cuantos luchan por el poder, sólo ellos victimarios, sólo ellos víctimas . En el polo opuesto, la amenaza que constituye el consumir, una vez más, el placebo de que el problema está lejos y es de otras, de otros, con lo que el discurso autoritario dominante se torna relato verídico y la sociedad continúa partida: unas, unos creen el relato repetido ad náuseam, los demás no. Con lo que la amenaza incesante no dejará de inhibir cualquier oportunidad: la de que todo quede y siga igual.

agustino20@gmail.com
 

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