Viernes, 11 de Julio 2025

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Un capricho dictatorial

Por: Daniel Rodríguez

Un capricho dictatorial

Un capricho dictatorial

Donald Trump ya tenía conocimiento del impresionante desfile militar que cada año tiene el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, lo mismo de la grandiosa parada militar de Vladimir Putin en Rusia, pero cuando estuvo presente el 14 de julio de 2017 en París para presenciar el cortejo castrense con motivo del Día de la Bastilla —que significa la primera victoria del pueblo de París sobre un símbolo del antiguo régimen— se casó la idea de que él debería tener su propia demostración militar en Washington y mostrarle al mundo la grandeza de su poderío. Sin embargo, en aquel entonces el Pentágono se opuso al anhelo presidencial bajo el argumento de que las fuerzas armadas deberían mantenerse al margen de la política. El secretario de la Defensa en ese tiempo, general Jim Mattis, declaró que “prefería tragar ácido” a prestarse a un juego de egocentrismo del presidente, mientras que el general Paul Selva, quien fungía como vicepresidente del Estado Mayor Conjunto, dijo que ese tipo de desfiles es “lo que hacen los dictadores”.

La semana pasada, con el pretexto del 250 aniversario del Ejército —que coincidió con el cumpleaños número 79 del mandatario— y teniendo el control pleno del Pentágono —con el secretario Pete Hegseth como incondicional—, logró su cometido sin tener ningún obstáculo. Cuando en 1975 se habían cumplido 200 años del aniversario del Ejército y aún estaban abiertas las heridas de la guerra de Vietnam —que había terminado el 30 de abril—, no se llevó a cabo ninguna parada militar.

Si revisamos la historia, este tipo de eventos no son habituales en el país vecino. El último fue en 1991, cuando el presidente George H. W. Bush quiso celebrar la victoria de la Guerra del Golfo, conocida también como Operación Tormenta del Desierto. Y anterior a eso, solo los desfiles con motivo de la finalización de la Primera y Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Civil.

El desfile de la semana pasada fue un capricho, un gusto personal del inquilino de la Casa Blanca, como una demostración dictatorial y para dejar constancia del control total que tiene sobre el Pentágono. El desfile fue para Trump. Ningún expresidente fue invitado —como ameritaba la ocasión—, no fueron requeridos los líderes de las Cámaras, ni tampoco los gobernadores de los estados. Ah, pero sí estaba Lee Greenwood, uno de los cantantes favoritos del presidente —que casi siempre lo acompaña en sus eventos—, lo mismo que el máximo dirigente de la lucha libre Ultimate Fighting Championship (UFC), así como ejecutivos del fabricante de armamento Lockheed Martin, que han sido patrocinadores de sus campañas políticas. Fue una fiesta personal.

Además, el desfile —aunque nutrido de participantes milicianos— no fue tan espectacular y lúcido como suelen ser los de Corea del Norte, Rusia o Francia, que fueron el motivo de Trump para tener el suyo. Solo cumplió con su capricho de dictador.

Usted, ¿qué opina?

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