A partir de 1960, concretamente desde el 31 de enero, Guadalajara tuvo un flamante estadio que vendría a sustituir al antiguo Parque Martínez Sandoval o Parque Oro, que a su vez había ocupado el lugar del Estadio Municipal, el cual estuvo ubicado en lo que hoy son las instalaciones de la Central Camionera vieja, en la prolongación de la Avenida Niños Héroes, calle llamada Estadio, entre 5 de Febrero y Los Ángeles.En realidad, el acto de inauguración fue celebrado el día 24 de enero de 1959 por el excelentísimo señor arzobispo de Guadalajara, José Garibi Rivera, por cierto, el primer cardenal mexicano, aunque el partido inaugural se celebró el 31 de enero de 1960, con un encuentro entre el Club Atlas de Guadalajara y el San Lorenzo de Almagro, de Argentina, siendo Alfredo “Pistache” Torres el primero en pisar la grama del estadio, y el veloz extremo izquierdo del equipo argentino, Norberto Boggio -quien después fuera jugador del Atlante-, el que anotó el primer gol.Una gran historia la de este estadio, y la gran labor de Alberto Alvo, directivo del Atlas, con colaboración de destacados miembros de la iniciativa privada, a la que me referiré en otra página de mis recuerdos. Pero está engarzada con la historia de dos clubes ya desaparecidos que muy pocas personas recuerdan, porque tuvieron su época gloriosa en la década de los años sesenta: el Oro y el Nacional.Los áureos, un equipo que jugaba con una playera blanca con líneas verticales gruesas de color amarillo y el calzoncillo blanco o azul (no recuerdo bien), y el Nacional, por su parte, con una playera de fondo blanco con rayas verdes; les decían “los Pericos”, un uniforme muy parecido al del equipo español Real Betis de Sevilla.Estos dos equipos integraron, junto con el Guadalajara y el Atlas, a Clubes Unidos de Jalisco, por años una alianza comercial y deportiva que buscó renacer la Selección Jalisco, la cual tenía un vistoso uniforme parecido al de Boca Juniors de Argentina: camiseta amarilla con una franja azul marino en el pecho, y que un tiempo fue dirigida por José “Chepe” Naranjo, un entrenador surgido de los Mulos de Oblatos, como se conocía al Oro.El equipo Oro, surgido a principios de la segunda década del siglo XX, se integró bajo los auspicios de Felipe Martínez Sandoval y vino a sumarse a la Liga Regional, en la que jugaban el Nacional, el Atlas, el Guadalajara, el Latino, el Colón y el Imperio, entre otros.Su palmarés nos recuerda juegos emocionantes en los cuadrangulares, pentagonales y hexagonales que en esa época (los años sesenta) eran populares en nuestro futbol, con la participación de destacados equipos brasileños y argentinos, principalmente, y algunos europeos. Pero, sin duda, de lo que más se enorgullecen los aficionados es de aquella inolvidable noche de diciembre de 1962, en la que, gracias a un cabezazo del delantero brasileño Manoel Tavares “Necco”, venció al “Tubo” Gómez y les dio el campeonato, destronando al Guadalajara campeonísimo. Noche que también nos dio la oportunidad de ver a Jaime “Tubo” Gómez abandonar su portería, en una postrera jugada de córner, para ir a rematar el centro; su cabezazo iba a las mallas, cuando surgió el enorme Antonio “Piolín” Mota a salvar al Oro y su campeonato, dándole finalmente el triunfo de 1-0 y coronándose campeones los áureos ante la locura en el Estadio Jalisco.Ese equipo Oro, inolvidable, lo integraban Antonio Mota, Germán “Tamal” Ascencio, Gustavo “Halcón” Peña, Víctor Chavira, Felipe “Pipis” Ruvalcaba, Jorge “Tepo” Rodríguez, Amaury Empaminondas, Manoel Tavares “Necco”, Nicola Gravina y “Pisto” Hermosillo.Ironías de la vida: poco tiempo después, dos baluartes del Guadalajara -Jaime “Tubo” Gómez y “Tigre” Guillermo Sepúlveda- fueron traspasados al Oro, precisamente el equipo que cortó la continuidad de campeonatos de las Chivas.De grandes recuerdos ese equipo Oro y su entrenador Arpad Fékete, húngaro que dirigía desde la banda sentado en un balón, y que tuvo la oportunidad de dirigir a todos los equipos tapatíos: al Guadalajara, al Atlas, al Oro y al Nacional, haciendo campeones a las Chivas y a los rojinegros.Por su parte, el equipo Nacional -que tengo entendido fue fundado en 1916 y tuvo sus orígenes en el barrio de Mexicaltzingo- fue también muy querido, sobre todo porque sus primeros integrantes eran trabajadores de autotransportes locales, extranviarios principalmente. En los albores de la década de los sesenta, cuando ascendió a la Primera División profesional, sus directivos decidieron reforzarlo con jugadores brasileños, como era la moda del futbol mexicano, y así llegaron el portero Albertinho, el defensa central Rubens Bertanin, el centro delantero Olinto Sampaio Rubini y el extremo izquierdo Canhoteiro, quienes se unieron a Javier Bazán, Javier Cassola, al “Comeuñas” Sánchez, a Lorenzo “Filho” Cortés, a José “Dumbo” Rodríguez -que después jugó en el Atlas-, al igual que “el Fino” Nacho Buenrostro, y a Juan Manuel Alejándrez, defensa derecho que, junto con el excelente portero “Cacho” Alatorre, se fueron al Cruz Azul cuando jugaba en Jasso, Hidalgo, y subió a la Primera División. Del Nacional surgió un excelente centro delantero que jugó después en el Atlas: Ricardo Chavarín. Los albiverdes eran también un semillero de excelentes jugadores.El Nacional tenía mucha afición, menos que la de los Mulos del Oro y todavía menos que la del Atlas y el Guadalajara, pero siempre fueron fieles a sus colores y apoyaron al equipo en las buenas y en las malas. Al igual que al Oro, se les extraña, aunque por ahora creo que juegan en Tercera División.Inolvidables los domingos en el Estadio Jalisco, a las 12 del día, cuando siempre había encuentros de futbol, en una época en que verdaderamente se disfrutaba del espectáculo y de las porras; familias enteras iban a ver a sus ídolos sin temor a la violencia y al vandalismo que con frecuencia se producen hoy día. ¡Qué tiempos tan añorados!Por hoy es todo. Que disfruten su cafecito con un bísquet con mantequilla y mermelada; sigan disfrutando de la lectura de El Informador. Hasta el próximo domingo, si Dios quiere.