Domingo, 02 de Noviembre 2025
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La Colonia Chapalita

Por: Abel Campirano

La Colonia Chapalita

La Colonia Chapalita

Muy gratos recuerdos tengo de mi querida Colonia Chapalita, lugar donde pasé una buena parte de mi adolescencia y juventud. Disfruté de su microclima, de sus calles llenas de árboles y de vegetación, agua abundante, no en balde el anuncio que se publicaba en EL INFORMADOR: “Una casa en un jardín y un jardín en cada casa”.

Un concepto californiano de colonia que fuera concebida por don José Aguilar Figueroa hace 80 años, por allá en 1942, y que le pusieran Chapalita porque su abundante agua hacía recordar a su fundador la belleza de la entonces villa de Chapala y su lago, el más grande de México, aunque hay otra versión muy parecida que les contaré al final.

En Chapalita fuimos testigos de la existencia del primer autocinema que recuerdo de la ciudad, el Autocinema Ritz, que se encontraba en el lugar que hoy ocupa una tienda de autoservicio en la calle San Ignacio, a inmediaciones de la glorieta.

Estrenos de películas en un ambiente totalmente sano y familiar, que tenía una fuente de sodas y además servicio en el auto; en los aparcaderos colocados pequeños postes que tenían bocinas, que uno colgaba de las ventanillas del auto para escuchar el audio mientras en la enorme pantalla se proyectaba la película.

En la década de los años 60, por el coche lleno se pagaban diez pesos y resultaba beneficioso, pues el costo del boleto promedio en los cines de la ciudad era de cuatro pesos por persona, y en aquellos amplios coches de antes, como los inolvidables Pontiac, Mercury, Plymouth, De Soto, perfectamente cabían al menos seis personas, tres en los asientos de adelante y tres en los de atrás, y a veces más.

Este cine después se cambió a la avenida Vallarta con el nombre de Autocinema Real y cedió su espacio finalmente al lugar que ocupa una plaza comercial a inmediaciones de la Cámara de Comercio, para después desaparecer por el rumbo del Batán.

Toda una historia de bellos recuerdos de aquellas noches de cine familiar en carro.

En la glorieta de la Colonia Chapalita, en la confluencia de las avenidas de las Rosas y Guadalupe, había juegos donde pasábamos tardes inolvidables: columpios, resbaladillas, tirabuzones, bimbaletes, barras de equilibrio, argollas, resbaladeros, y más de alguno sufrimos alguna descalabrada o terminamos raspados de las rodillas al caer de los columpios o las resbaladillas allí en medio del terregal, pero la diversión quién nos la quitaba. La glorieta fue remozada y hoy día se convirtió los domingos en una suerte de galería pictórica donde se pueden adquirir cuadros y diversas obras de escultura y modelado.

En la glorieta vendían los helados de cohetito; de vainilla y nuez, con su correspondiente tirita de ate de membrillo, que el heladero llevaba en su carrito en una especie de barrilito tapado con costales y lleno de hielo, y cuando despachaba el helado, lo metía en un baldecito de agua y con cuidado le quitaba la cubierta de acero inoxidable: primero la parte de arriba, enseguida la de abajo, la envolvía en un papelito y listo, a disfrutarlo.

También vendían Morelianas, una especie de gran tortilla de trigo y canela que eran muy solicitadas también, y no faltaban las manzanitas cubiertas de caramelo y los algodones de azúcar; también vendían nieve raspada y los globeros por aquel entonces ofrecían unas pelotitas de plástico ligero que tenían un globo inflado adentro, atadas con una liguita que permitía jugar con él sin temor a que se nos escapara, pues nos lo anudaban en un dedo. En fin, en la glorieta Chapalita se podía pasar una tarde viendo jugar a los niños y disfrutando además de un aire puro fruto del arbolado, la amabilidad de las personas y unos atardeceres hermosos viendo a lo lejos el cerro del Colli.

Otra cosa que recuerdo es la Fuente de la Hermana Agua, un proyecto que fue concebido para ser el símbolo de la colonia y fuera rediseñada por el arquitecto Fernando González Gortázar en 1970. Originalmente la fuente estaba a la entrada de la colonia, en donde hoy se encuentra la avenida de las Rosas y la avenida López Mateos, antes avenida de los Ingenieros, que era la carretera a Morelia y la Costa Sur de Jalisco.

La Fuente de la Hermana Agua, de hermoso azulejo azul con amarillo, tenía grabada en sus tres niveles un fragmento de aquella hermosa oración del libro de Daniel que inicia con “Aguas del cielo, bendecid al Señor… manantiales, mares y lluvia, bendecid al Señor…”, una letanía que varía conforme la edición de la Biblia, pero igual de hermosa, un canto de alabanza y gloria.

Cuando empezó la colonia Chapalita, el señor Aguilar Figueroa encomendó el desarrollo al ingeniero Pepe Amezcua para la urbanización con el concepto ya mencionado de amplios jardines, camellones y un sitio que diera la impresión de estar fuera de la ciudad, pero dentro de ella al mismo tiempo.

Chapalita ha tenido el privilegio del agua, una zona de ricos manantiales que explica también su fronda y vegetación. Los colonos constituyeron desde hace muchos años una asociación civil denominada Residentes de Chapalita, y que a lo largo del tiempo ha tratado de mantener el mismo concepto, aunque hoy día, infortunadamente, se va transformando en zona comercial más que habitacional.

En las oficinas de Residentes de Chapalita estuvo (no sé si aún se encuentre allí) una agencia de Telégrafos de México para enviar y recibir telegramas y giros telegráficos. Hoy día, por desgracia, el telégrafo es un medio de comunicación prácticamente en extinción. Lámina para el gran invento de Samuel Morse a mediados del siglo XIX.

Ermita, San Francisco, Santa María, Capuchinas, La Villa, Fray Juan de Zumárraga, Clavijero, avenida de las Rosas, Tepeyac, Guadalupe, por citar algunos nombres, nos muestran la religiosidad de los urbanizadores y del dueño del rancho que dicen que decidió fraccionarlo y ponerle Chapalita como diminutivo cariñoso en recuerdo de su quinta que tenía en el Manglar en la Chapala, esa bella ciudad a la cual le compuso su canción Pepe Guízar, la cantó la Rondalla Tapatía y la amenizó Mike Laure en el Beer Garden.

Queda mucho por hablar de esta querida colonia, como el Seminario Mayor, la Nevería Valencia, el Campo de Polo, el Castillito, el Pocito, la historia de los templos de Guadalupe y Santa Rita, el Colegio Internacional, la Escuela Gregorio Mendel, pero ya será en otra oportunidad. Por ahora cerramos el libro del recuerdo para volver a abrir sus páginas el próximo domingo aquí en EL INFORMADOR, si Dios quiere, y sin olvidar nuestro aromático cafecito y el imprescindible bísquet con mantequilla y mermelada.

lcampirano@yahoo.com
 

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