
Cascadas de Comala: Un paraíso a menos de dos horas de Guadalajara
Ubicadas en el municipio de Chiquilistlán, las cascadas de Comala son evidencia indiscutible de lo que la naturaleza ofrece en las sierras de Jalisco

Se encuentran en la región Sierra de Amula, al sureste de Jalisco, y colinda con la Sierra de Tapalpa. EL INFORMADOR/F.SALCEDO
Jalisco es tierra de maravillas naturales, desde océanos hasta bosques, lagunas y ríos, barrancos y cañadas, campos y selvas. Si bien en nuestro estado existen cascadas y caídas de agua, ninguna de ellas es tan impresionante como las que se encuentran en el municipio de Chiquilistlán, en concreto en la pequeña localidad de Comala, y que son una joya de la naturaleza en medio de la sierra jalisciense, alejadas de la costa y de mar.
Las cascadas de Comala comprenden un circuito de cerca de cinco cascadas e infinitas sorpresas que corren entre árboles gigantescos y lianas tan gruesas como el brazo de un hombre, pasadizos de piedra, cañones y plantas exóticas, fosas de hasta trece metros de profundidad, y precipicios donde las personas que carecen del estorbo del miedo se lanzan al vacío desafiando la gravedad. Se encuentran en la región Sierra de Amula, al sureste de Jalisco, y colinda con la Sierra de Tapalpa, en una zona rica en naturaleza y abundante biodiversidad.
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Las tres principales cascadas -una de diecisiete metros de altura-, que son las más populares entre los visitantes, son una joya distinta a la anterior, cada una con su propio paisaje. El agua es gélida, cristalina, y en sus corrientes es posible ver peces y renacuajos, ranas y cangrejos de río. En la primera cascada -la más alta- es posible hacer rapel, la segunda es la más visitada por las familias debido a la laguna que se forma y en la que es posible que los niños naden por sus aguas más calmadas, y la tercera es una fosa cristalina rodeada de árboles, lianas y enormes muros de piedra desde donde las personas se lanzan los clavados más arriesgados.
Pero Comala es mucho más que sus tres cascadas que, tras volverse famosas en redes sociales, atrajeron e incrementaron el turismo y los visitantes. Río arriba, en una caminata de aproximadamente cuarenta minutos, los senderos de la sierra se estrechan para dar lugar a un impactante cañón en el que el agua gotea de las rocas en un nacimiento que transcurre en tiempo real frente a los ojos atónitos; avanzando aún más, se llega a una última cascada medio cubierta por enormes paredes de piedra, lo que da la sensación de estar dentro de una cueva. Hierbas y helechos cuelgan de los pasadizos rocosos, mientras el agua transcurre silenciosa, labrando su camino entre las piedras, en una maravilla indiscutible de la naturaleza en Jalisco.

¿Cómo llegar a Comala desde Guadalajara?
Las cascadas de Comala se encuentran en el municipio de Chiquilistlán, a dos horas de distancia de Guadalajara, manejando por la Carretera a Villa Corona, y la autopista libre a Autlán.
Los señalamientos indican en qué punto del camino es necesario girar hacia Chiquilistlán; una vez en el pueblo, tomar el rumbo a la Cofradía de Jalpa, y posteriormente, a la pequeña localidad de Comala, oculta entre los cerros. Hay anuncios en el camino indicando la ubicación de las cascadas hasta el fondo del valle. Chiquilistlán, a su vez, se encuentra a una hora de distancia aproximada de Tapalpa, Pueblo Mágico al cual es posible llegar por medio de un camino que se interna entre el bosque.
Cabe mencionar que el pueblo de Comala nada tiene que ver con el Comala localizado en el estado de Colima, y que es famoso por la tradición rulfiana tras "Pedro Páramo" y sus calles pobladas de fantasmas sin redención.
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Más allá de ser escenario para caminatas y un día de campo con amigos y familia, y que incluso cuenta con la posibilidad de acampar bajo los árboles de la sierra, las cascadas de Comala son uno de esos escenarios de ensueño que la naturaleza colocó en nuestra tierra, y que parecen pertenecer a un sitio muy recóndito y fuera de Jalisco.
Un sitio donde el agua conversa con la liana y con la piedra, donde el tiempo formó cañones, donde el agua gotea a la mirada de los helechos, y su clamor serpentea entre la sierra con el rugido de las cascadas. Un regalo que hay que cuidar, proteger y preservar para que siga entre nosotros como lo ha sido hasta ahora: maravilla antes que nosotros, y con suerte, después de nosotros.
YC
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