Sábado, 04 de Enero 2025

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Tiempo de recalentado

Por: Germán Martínez Cázares, diputado federal

Tiempo de recalentado

Tiempo de recalentado

¿Un año más o un año menos? Es la pregunta. Certeza de lo que pasó en el 2024, contra incertidumbre frente al 2025. Tiempo. Duración de las cosas, dice el diccionario, aunque esa duración no sea el mero paso de las horas, el triste tic-tac de un reloj que no se detiene sino, con Henri Bergson, el tiempo es vida efectivamente vivida, experiencia histórica y subjetivamente recordada, cronología de recuerdos o nostalgia de fotos, pero no ese infecundo escurrir de los 365 días, sino una colección de experiencias y hechos que dan fondo y forma a nuestra realidad. El tiempo es el único recurso que nos iguala a la humana. 

¿Tiempo pasado fue mejor? No lo sé, la Biblia dice que hay tiempo para cada cosa: nacer, plantar, arrancar, destruir, construir, rasgar, coser, callar, hablar, amar e incluso odiar. Sabemos bien quién murió el año pasado, el expresidente chileno Sebastián Piñera, al que su adversario, el presidente Boric, trató con respeto; también el opositor ruso Alex Navaly, al que Vladimir Putin desdeñó, odió, encarceló ¿y mató?; los escritores Paul Auster, Alice Munro; el futbolista César Luis Menotti; el dictador Alberto Fujimori o el demócrata Jimmy Carter; incluso, murió el año pasado, el descubridor de la partícula fundamental de las cosas, Peter Higgs, pero no sabemos quiénes morirán ¿o moriremos? en el 2025. ¿Nos debemos resignar a que el tiempo es un ser-para-morir como sostuvo Martin Heidegger? ¿Para cuántos mexicanos el tiempo será esa inminente e insalvable guadaña violenta que un día rozará la cabeza por los criminales o la falta de medicinas? Un buen gobierno es el que no hace perder el tiempo a sus ciudadanos, decía Carlos Castillo Peraza.

¿Existe el tiempo? “Nada existe excepto los átomos y el espacio vacío. Todo lo demás es opinión”, decía Demócrito, como lo recordó León M. Lederman, Premio Nobel de física en su famoso libro “La partícula de Dios”, precisamente para divulgar el bosón de Higgs, ese inicio vital de la materia, y recordar que el filósofo griego olfateó el pan que estaba en horno y afirmó que ese olor era un fragmento, molécula, pizca o polvo indivisible del pan que después comería. El tiempo también está hecho de partículas, acumulación de porciones y lapsos, ese encadenamiento de momentos es la vida. ¿Partículas de Dios? Quizá, pero en todo caso “partículas de existencia humana”. Y lo que haces con esos pedacitos de tiempo es la crónica personal de tu existencia. Historia personal. Perdió el tiempo, diría la abuela al nieto holgazán. Juan José Millás, periodista del diario “El País” y Juan Luis Arsuaga, escritor y paleontólogo en Atapuerca, con erudición e inteligencia dialogan sobre el cerebro, la conciencia, y “la fiesta de la vida”. Existir exige conocer, ser, estar, acompañar, y, sobre todo, abandonarte… “El apego a esa cosa ilusoria denominada yo nos ata al mundo material y, por lo tanto, al deseo y, en consecuencia, a la insatisfacción”. La incertidumbre frente al 2025 es la gran oportunidad para andar un nuevo camino, con desapego. Nadie garantiza el destino, sólo tenemos el primer paso, el hoy, el instante. 

2024 se fue con todos sus aciertos y equívocos, 2025 viene con sus desafíos, cuestas y oportunidades, es inútil ser pesimista, diría Winston Churchill; luego entonces, ¿optimismo frente a gasolina cara, déficit presupuestario, alza de servicios gubernamentales, venta de “agua del bienestar”, después de la “farmacia del bienestar”, sin educación y salud de calidad y con violencia en las calles? No. El optimismo no es candidez. Nos queda la esperanza, a la que convocó en este año nuevo el Papa Francisco, pero ¿qué es la esperanza frente a un mundo cruel, tiempo de Putin, Trump, y demagogos, populistas y mentirosos de izquierda y derecha? ¿qué es la esperanza con unas iglesias acobardadas o comodinas?, ¿frente a parte de la prensa silenciada?, ¿frente a una oposición débil?, ¿frente a la corrupción rampante? La esperanza no se da en la comodidad, felicidad o alegría; la esperanza es la actitud que tomemos individualmente frente al estiércol: tragar o fertilizar. La esperanza no es fruto a cosechar, es semilla a sembrar, es el sentimiento para soliviantar frente al dolor. Es rebeldía frente a lo incierto e inseguro. No espera el satisfecho. Esperar no es vivir sentado, eso es vegetar. Es tiempo de recalentar la esperanza. 

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