En septiembre de 2017 -solamente ocho meses de asumir la presidencia- Donald Trump declaró al periodico The Washington Post que “tenemos que ser impredecibles… somos totalmente predecibles. Y lo predecibles es malo”, cuando contestaba a la pregunta de cómo respondería al expansionismo chino. En ese su primer año de gobierno también se le calificó -por su respuesta de responder con “fuego y furia”- como un hombre que usa la “Teoría del Loco” cuando el líder de Corea del Norte, Kim Jong-Un, dijo que el nuevo presidente estadounidense estaba “mentalmente desquiciado”. Ese mismo Trump, quien está en antesala de un segundo mandato -a partir del 20 de enero-, ha pregonado un agresivo plan desde el primer minuto de su nueva administración; va a arremeter de inmediato en contra de los inmigrantes, planea indultar a sus partidarios seguidores que fueron juzgados por la invasión al Capitolio, amenazo con encerrar a varios de sus adversarios políticos y que va a correr de sus posiciones a todos los que le “pusieron piedras en el camino” en los últimos 8 años. Y desde el día de la elección -5 de noviembre- se ha encargado de lanzar “a diestra y siniestra” intimidaciones a varios países en el entorno inmediato. El 27 de noviembre, mediante un comunicado, el presidente electo dijo que aplicará un gravamen del 25 por ciento a las importaciones que llegan desde Canadá y México, además de imponer un arancel adicional a los productos que tengan China como origen, en un intento en parte para combatir la migración indocumentada y el tráfico de drogas; el 22 de diciembre Trump dijo que en su próximo mandato podría exigir que el Canal de Panamá sea devuelto a Estados Unidos, si persiste la “completa estafa” en contra de “nuestra Armada y empresas estadounidenses que han sido tratados de una manera muy injusta e imprudente, con precios y tarifas de pasaje exorbitantes”.Conociendo al personaje -Trump-, los países en cuestión no se han quedado callados. El Primer Ministro canadiense Justin Trudeau le mandó decir, “No nos engañemos, los aranceles serían devastadores para la economía canadiense, pero también para los estadounidenses, ya que todo el gas natural que exporta Canadá va hacia Estados Unidos… dependen de nosotros para el acero y el aluminio y una amplia gama de importaciones agrícolas. Todas esas cosas se volverían más caras”. Por su parte, la Presidente de México, Claudia Sheinbaum, le escribió una carta donde le aclara que “no es con amenazas ni con aranceles como se va a atender el fenómeno migratorio ni el consumo de drogas en Estados Unidos. Se requiere cooperación y entendimiento recíproco… a un arancel, vendrá otro en respuesta”. Mientras que el pasado miércoles Xiomara Castro, Presidenta de Honduras, es un discurso por radio y televisión, dijo que ante la amenaza de expulsar a migrantes connacionales, “tendríamos que considerar un cambio en nuestras políticas de cooperación con Estados Unidos, especialmente en el campo militar”, amenazando con expulsar al ejército estadounidenses de la base que tienen en su territorio, “donde por décadas han estado sin pagar un centavo”. Y por su parte, el presidente panameño José Raúl Mulino, fue claro al señalar que “cada metro del Canal de Panamá y su zona adyacente, es de Panamá y lo seguirá siendo”, aclarando que la soberanía del país sobre el canal es “irreversible”. Hoy, todos conocen a Trump, y aunque existen temores de que sus locuras puedan causar trastornos en las relaciones y repercusiones en la economía, ya nadie se le queda callado y menos está dispuesto a doblegarse. ¿Usted, qué opina?daniel.rodriguez@dbhub.net